tag:blogger.com,1999:blog-36847854447570486382024-03-13T15:04:04.661-07:00blog de luis zapataluis zapatahttp://www.blogger.com/profile/02037643566997628335noreply@blogger.comBlogger89125tag:blogger.com,1999:blog-3684785444757048638.post-80892836873423836032014-10-07T07:35:00.000-07:002014-10-07T07:35:58.735-07:00Esta vez va de nuez: de Ivancito para Ivancito(Después del partido)
—Una vez que fui a visitar a la Rata a El Mangle, iba yo ya de regreso a México en la carretera, cuando de repente me empieza a fallar el coche. Me acuerdo que era domingo y que se nos había hecho tarde en la chorcha, y me tuve que regresar a esas horas: eran como las diez de la noche, y todavía no llegaba a Jalapa. “¡Qué contratiempo! ¡Lo que me faltaba!”, exclamé en soliloquio, o sea, como loca sola; “¿qué voy a hacer en estos parajes abandonados, por los que no pasa ni un alma? ¡Qué meyo! A ver si no me sale un salteador de caminos...”
Pues abrí el cofre, me hice pendejo un rato, a ver si descubría la falla, pero de más está decirles que no encontré nada: siempre he sido torpe y medio para las cuestiones mecánicas: “¡Dioses del Parnaso coyoacanense, qué hago! Nomás falta que empiece a llover.” Me sentí, aunque no lo fuera, una pobre chica indefensa, expuesta a las inclemencias del tiempo e inerme ante las vicisitudes del destino. Digo, ya no era tan chicuela, y pobre nunca lo he sido: todo lo demás es cierto, porque no se me ocurría cuál podía ser el problema ni qué medidas había que tomar. “¿Qué hago?”, pensé; “¿pido un aventón a Jalapa la bella, y después vuelvo por el coche, o qué?”, con el riesgo de que al regresar ya se lo hubieran llevado, ¿no?
En esas cavilaciones estaba, cuando veo que se acerca una camioneta y le hago señas de que se detenga. Y sí, en efecto, se detiene. Era una de esas camionetas grandes, con tres filas de asientos, ¿no? Venía llena y había, entre sus ocupantes, un ambiente de lo más festivo, como si anduvieran celebrando algo: nomás les faltaban gorritos, serpentinas y espantasuegras, porque los vasos en las manos sí los llevaban, y el griterío, la algarabía y la música estaban en su apogeo. Eran seis chavos y dos mujeres. Y que se bajan de la camioneta dos hombrezotes en shorts. Digo “hombrezotes” por lo bien dados, no vayan a creer que se trataba de dos roperotes feos y grasientos cual guaruras. No, los cuerpos de éstos eran de lo más armoniosos y desarrollados por el deporte. Y ya se acercaron muy afables a ver en qué podían ayudar a esta falsa mujer atribulada. Traían aliento alcohólico, desde luego, y todavía llevaban en la mano el vasito desechable típico de las copas camineras. “¿Qué le pasó a tu bote?”, me dice uno de ellos, con acento costeño. “No sé”, le digo, “empezó a fallar así nomás, de pronto.” Pero yo creo que me vieron medio asustado o algo, porque me dijo el otro “Échate un trago”, y yo, “Bueno, gracias”, y ya le di dos o tres sorbitos con la elegancia y la parsimonia que me caracterizan, mientras ellos revisaban el motor. “No, mano, no te apures, no es nada”, me dice el uno, “tú, tranquilo.”
Los chavos estos eran futbolistas y todavía traían los shorts y las camisetas del partido que acababan de jugar unas horas antes. Los zapatos no, porque han de ser muy incómodos. Entonces se veía que éstos no bien terminaron el juego, cuando ya estaban agarrando la jarra y empezando el reventón. Y eran muy guapos los dos: uno morenazo, de piernas muy bien torneadas; bueno, los dos, pues si eran futbolistas ni modo que las tuvieran como yo. Tenían unos muslos gruesos y musculosos, y unas pantorrillas casi pétreas. Y el otro era alto y blanco, de esos güeros de rancho grandotes y sabrosones, no muy típicos de esas localidades, o más bien que no corresponden a los prejuicios que uno tiene sobre esos lugares, pues luego uno se imagina que en los trópicos todos son prietitos, lampiños y chaparrones, y para no ir más lejos, aquí con los presentes se ve que no.
Bueno, muy guapos eran estos dos, cada quien en su estilo. Aunque yo veía al morenazo un poco raro: todo el tiempo se agarraba el pito, mientras el güero arreglaba el motor: se lo tentaba, medio se lo sobaba, como diciendo “¿Tú gustas?”, o se acomodaba el calzón: es que además hacía muchísimo calor, y todos estábamos sudi y sudi, y más ellos por la euforia de las copas. Y ya ven que en los calorones se le pega a uno la ropa en el cuerpo por la transpiración, cosa que se me hace de lo más cachonda. Entonces éste como que se separaba un poco el calzón, pero yo veía que no era nada más por el sudor, sino que había también en su actitud algo que podría calificarse de provocador: una insinuación como si dijéramos no muy velada, porque ya la verga se le estaba empezando a parar y a mí lógicamente se me estaba empezando a antojar: pues si tampoco soy de palo, muchachos: está bien que estuviera asustado, pero no por eso dejaba de sentir, ¿verdad?
De pronto uno de ellos, el que estaba revisando el motor, voltea hacia el otro, el morenazo de la verga parada, y veo que se echan una mirada de entendimiento, complicidad y connivencia, que es lo mismo, ¿verdad?, como si el güero le dijera al otro que le iba a dejar el campo libre; o eso me imaginé, porque dijo el güero “Ahorita regreso, voy a traer una llave Wilson”, o no sé qué cosa, algo así de bugas, supuestamente para arreglar la falla, y se va a la camioneta, que habían dejado estacionada enfrente, pero unos metros más allá.
No, pues el morenazo, en cuanto nos quedamos solos, me dice “¿No quieres otro trago?”, y yo “Sí, bueno”, y me le acerco. Pero en el momento en que estoy por tomar el vaso de plástico, éste me agarra la mano y me la pone ahí, en su abultado short. Y yo, con toda la pena del mundo, porque me preocupaba que nos fueran a ver los que venían en la camioneta, aunque estábamos en lo oscurito, que se la empiezo a sobar: pues ni modo que me hiciera de la boca chiquita; digo, sobre todo tomando en cuenta que me estaba echando una mano en ese momento difícil. Así es que yo también decidí echarle una mano: literalmente. Bueno, y además porque sí me gustaba el cuate, que de veras estaba muy antojable.
Total, le agarro la verga, éste se quita el short y se queda nada más con los tenis puestos, cosa que se me hacía de lo más erótico, y me dice que me baje el pantalón. Y yo, que siempre he sido muy obediente, me lo bajo, y le ofrezco mis tersas y redondeadas nachitas para que desahogue en ellas el febril deseo que lo consume. Y él me pone saliva en el chiquito y empieza a dejármela ir. Afortunadamente, no la tenía muy grande, porque imagínense ahí con la paranoia de que nos fueran a ver y sin un lubricante verdaderamente eficaz, no iba a resbalar bien, y además en esas posiciones: yo estaba con el culo al aire y recargándome en el coche: no era precisamente lo más cómodo. Pero, les digo, éste al menos no la tenía grande: apenas si llegaba a los treinta centímetros.
—¡Ay, mi adorado, pero si eso es mucho! ¡Qué barbaridad!
—No, no es cierto, estoy bromeando, Lucy. La tenía de un tamaño moderado, casi tirando a chica. Así es que no tuve mayor problema en acogerla. Ah, bueno, para esto, yo en cuanto vi que me ponía saliva en el chicaspiano, le pregunté “¿Traes condones?” “No”, dice él. “Ah, pues yo sí”, le digo, y saco uno de la guantera y se lo pongo inmediatamente.
Ya me tenía bien ensartado, cuando veo que se acerca el otro, el güero, con una herramienta en la mano, y no la que están pensando, pillines, sino la famosa llave Wilson o lo que fuera. Pues éste, así sin más preámbulo, prólogo o prefacio, que se baja tantito el short y se saca ahora sí la otra herramienta, más dura y más grande que la que había ido a buscar: ¡una vergota!, ¿eh? Ése sí. Y me la ofrece para que se la mame. Yo dije “Pues lo tengo que complacer; si no, capaz que se enoja y me descalabra con la llave esa.”
Entonces, se la empiezo a mamar, y ¡muchachos, para nada me disgustó ser atacado por dos frentes! Bueno, un frente y un atrás. ¡Es que tenía una verga buenísima el güero!: dura, gorda y jugosa. Parecía una fruta tropical desconocida. Y yo me puse como gata en celo, como perra en brama, como hiena avorazada, ahí, con esos dos cuerotes dándome pa mis tunas. ¿Dije antes que me caracterizaban la elegancia y la parsimonia?
—Sí.
—Pues les mentí. En ese momento no me reconocía a mí mismo: ¡estoy seguro de que hasta ponía los ojos en blanco! Ahí, mamándosela al uno con mis mejores habilidades, y repegándole las nalgas al otro y hasta contrayendo los músculos de mi culo para apretarle el pito y darle mayor placer. ¡Ay, qué pena! ¡Quién sabe qué vayan a pensar de mí después de esto! Bueno, piensen lo que quieran... Es que además la situación me excitaba muchísimo: estar ahí en descampado, con esos calorones costeños, con dos hombres que echaban chispas de calientes, y, por si fuera poco, con el riesgo de ser descubiertos en cualquier momento por alguien que pasara: ¡no, pues mi mero mole! ¡Feliz, la loca!
Bueno, entonces ya se vino el que me estaba dando por Detroit, y el otro, el güero, hasta eso que bien educado, me avisó cuando ya iba a eyacular, para que no me tragara su semen, y que se la sigo jalando con la mano que me quedaba libre, porque ahora yo me estaba masturbando para venirme también, todavía con la verga del morenazo adentro. Y ya nos venimos el güero y yo soltando abundantemente nuestros jugos. ¡Un verdadero premio tropical!
—¿Y sí le arreglaron el motor, mi estimado?
—Sí, hasta eso que eran unos caballeros: ni modo que nada más me hubieran usado, como decía Rosendo, y luego me dejaran botada como a Zoe Laskari en La Basura. Después de satisfacer sus bajos y ¡oh, cuán agradables! instintos, terminaron de revisar el coche y vieron que se había atorado algo en uno de los conductos. Así es que lo limpiaron en menos que canta un gallo, y nos despedimos todos muy contentos. Bueno, yo todavía esa noche me hice una chaqueta en homenaje a mis violadores. ¡Es que qué hombres! Esa noche sí fui tratada como una reina. Una reina medio putona, pero reina al fin.
—Ay, a mí sí me hubiera sacado muchísimo de onda una situación así, adorado.
—Pues a mí también, no te creas que no. Al principio estaba muy asustado, pero ya luego que vi que los cuates eran a todo dar, me aliviané, y pude disfrutar de ese regalo inesperado. Claro que estuve a punto de chocar en el camino de regreso, por la inquietud y la emoción en que me dejaron los asaltantes de doncellas, y sobre todo por la urgencia de llegar a contárselo a alguien. Pero no: ya se imaginarán que a esas horas todas mis amistades estaban dormidas. Sólo yo no pude conciliar el sueño esa noche: recibí más de lo que esperaba.
¿También vas a contar otra historia, Nidia?
—Sí.
—¡Qué padre!
luis zapatahttp://www.blogger.com/profile/02037643566997628335noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-3684785444757048638.post-75544212858217300452014-09-17T11:43:00.001-07:002014-09-17T11:43:56.542-07:00Lucho hartman, filmmaker<iframe allowfullscreen="" frameborder="0" height="344" src="//www.youtube.com/embed/3rAV49D-qdI" width="459"></iframe>luis zapatahttp://www.blogger.com/profile/02037643566997628335noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-3684785444757048638.post-91349328901972345372014-09-03T22:22:00.000-07:002014-09-03T22:22:28.980-07:00Portada<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://4.bp.blogspot.com/-itNSWDKKkz4/VAf2bjadWKI/AAAAAAAAAQ4/PAvtk28Bs-8/s1600/Portada_LuisZapata.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://4.bp.blogspot.com/-itNSWDKKkz4/VAf2bjadWKI/AAAAAAAAAQ4/PAvtk28Bs-8/s640/Portada_LuisZapata.jpg" /></a></div>luis zapatahttp://www.blogger.com/profile/02037643566997628335noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-3684785444757048638.post-64909486206621660852014-09-03T21:45:00.000-07:002014-09-03T21:49:40.418-07:00De Orlando, pero no Florida, ni Mdgn, sino Barreto, el protagonista de <i>Como sombras y sueños</i>, que en estos días publicará Cal y Arena.
2
Orlando Barreto escribe:
No puedo escribir
Pregunta
Cada día, se pregunta si podrá enfrentar las horas que tiene por delante. ¿Las horas? Quizá las semanas, quizá los meses. Se lo pregunta a sí mismo, se lo pregunta a Dios. Una palabra basta: ¿podré?
3
Orlando Barreto escribe:
Tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo
Despertares
¿Qué siente, qué piensa Orlando Barreto al despertarse? Quizás una sola cosa: comprueba que su estado de ánimo es el mismo. Entonces, lo que siente es decepción, tristeza, miedo, aunque así, ya especificados estos sentimientos, parecerían muy claros, y no: la sensación que experimenta es más bien indefinida: diversos grados de ansiedad, diversos grados de angustia. No, tampoco es exactamente eso lo que siente. O sí y no. Tal vez lo que traduciría mejor su estado sería la repetición incesante de la pregunta “¿Tiene caso levantarse?” Y, sin embargo, se levanta. “¿Tiene caso seguir viviendo?” Y, sin embargo, sigue viviendo.
Despierta, ve el reloj, dormita un rato más, a veces con resabios del sueño aún fresco, un sueño por lo general compensatorio, un sueño en que se ve, se vive emprendedor, creativo, aunque las actividades no siempre tengan que ver con lo que él hace (puede soñar, por ejemplo, que dirige una obra de teatro, lo que no le interesa mayormente y para lo cual carece por completo de talento, o eso cree, puesto que nunca lo ha intentado), un sueño en el que tiene vida social, vida afectiva, a veces incluso vida amorosa o sexual; ésos son los que más disfruta, los que trata de mantener en su mente por más tiempo, pero son los menos frecuentes. Otras veces sueña a sus familiares y amigos muertos: si alguna vida tiene Orlando Barreto es su vida onírica.
Luego, el contacto con el sueño se va espaciando y la sensación de desaliento se vuelve más sólida: otra vez otro día, igual que el anterior. ¿Y qué esperaba, un milagro? Sí, eso es lo que le gustaría: despertar y darse cuenta de que la depresión quedó atrás. De hecho, es lo que pide siempre al rezar: que cambie todo para bien. Aunque ese tipo de milagros suelen darse, o, mejor dicho, insinuarse, a otras horas: a media mañana, por ejemplo, o al anochecer, en que hay esporádicamente un despunte de optimismo: sí, es posible que mejore... casi puede sentir de nuevo, o imaginar, la alegría de quienes están bien, de él mismo cuando ha estado bien, y si se encuentra en la calle, su paso es más firme y decidido. Luego, la esperanza se desvanece. Pero le queda el recuerdo, que lo conforta un poco.
Se levanta cansado, muchas veces con un ligero dolor en los músculos y en las articulaciones: ¿o eso es después de la siesta?
4
Orlando Barreto escribe:
¿Por dónde empezar?, ¿por el principio?, pero ¿cuál es el principio?, ¿los primeros síntomas?, ¿la primera sensación de disgusto, de incomodidad?, ¿la primera vez que sentí miedo?, no, entonces tendría que remitirme a mis primeros años, no puedo empezar en donde todos empiezan, no puedo contar lo que tal vez ya he contado, y si no lo he hecho, eso parece, por tanto haber pensado en eso, por tantas vueltas que le he dado, aquí, allá, acullá, en mis recuerdos, en mi afán de entender, en mi afán de hacer que los demás entiendan, en mi cama, en algún consultorio, en varios aunque no se llamen consultorios, en alguna conversación íntima
Síntomas
Si le preguntaran qué síntoma de la depresión lo perturba más, Orlando Barreto no sabría qué contestar. A veces piensa que el miedo, ese sentimiento que nunca lo abandona y que lo lleva a evitar muchas cosas y a diferir algunas más. En otras ocasiones, lo abruma una potente sensación de desvalimiento (sabe que quizás exagera, que sí recibe ayuda, que sí cuenta con algunas personas, pero sólo llega a esa conclusión después de pensarlo, y en ningún momento siente la confianza y la tranquilidad del que reconoce sus vínculos con los demás). Otras veces se impone la ausencia de sentido: a nadie, ni siquiera al mismo Orlando, parece importarle nada de lo que hace, de lo que piensa, de lo que le sucede (pero eso no tiene que ver con el sentido, se dice, y sí con el efecto de sus actos, de sus reacciones y sus pensamientos en quienes lo rodean y en sí mismo: el sentido sería más bien la razón por la que debe hacer las cosas, así sea sobrevivir). Unos días, unos instantes, predomina un sentimiento, una impresión, pero siempre, siempre, siempre lo tortura la falta de energía, que a veces se trenza con el miedo y otras veces, con el desvalimiento o con la ausencia de sentido.
5
Orlando Barreto escribe:
No quiero recordar, recordar me incomoda, tengo la impresión de que recordar no sirve de nada, nunca ha servido, tengo la impresión de que si recuerdo, voy a volver a experimentar la misma incomodidad, el mismo miedo, pero además no hay nada que recordar, puesto que nada está olvidado, el recuerdo implica un esfuerzo por traer a la mente los sucesos del pasado que ya se han ido, que están como si dijéramos sepultados, perdidos, reprimidos, o no, no sé, quizás es lo contrario, quizás sólo se recuerda lo que no está olvidado y que sólo repetimos una y otra vez en nuestra cabeza hasta que pierde por completo su consistencia y se vuelve falso, quizás en esa repetición está el secreto del recuerdo y recordamos lo que creímos haber vivido, con las mismas palabras, quizás eso es lo único que recordamos, las palabras con que recordamos lo que recordamos y quizás a fin de cuentas no hay recuerdos, sólo hay palabras, recordamos las palabras con que recordamos otras palabras, y no hay recuerdos, lo demás son palabras
Cama
Al menos una ventaja le encuentra Orlando Barreto a la escritura, la lectura, etcétera, en la cama: no fuma. Hace muchos años que renunció a la costumbre de fumar en su recámara, principalmente por miedo: no son pocas las historias que ha escuchado de personas (incluso cercanas a él) que se han quedado dormidas con el cigarro encendido, que luego ha quemado el colchón. Sólo la presencia de otros los ha salvado de morir quemados o asfixiados por el humo.
6
Orlando Barreto escribe:
No recuerdo, sólo recuerdo que recuerdo palabras con que recuerdo otras palabras
Del lado de allá
Orlando Barreto observa con frecuencia, con angustia, con tristeza que cada vez son más sus amigos y familiares que han muerto. Pero ¿podría ser de otra manera? No, claro: ni modo que cada vez fueran menos.
En su juventud, las noticias de que alguien moría llegaban a él sólo esporádicamente, y nunca, o casi nunca, los muertos eran de su edad: sabía de algún profesor, de algún amigo de sus padres, de algún familiar lejano. Pero sus amigos, sus hermanos, sus primos y tíos, sus padres, por alguna razón afortunada e inexplicable siempre quedaban a salvo. Después, insensiblemente, empezaron a multiplicarse los decesos de personas cercanas, cada vez más cercanas. Y ahora, ¡qué moridero! Parecería que la gente no se cansa de morirse.
Orlando Barreto piensa en ocasiones (aunque quién sabe si con exactitud) que en este momento tiene más seres queridos muertos que vivos: algunos de los amigos con quienes más se divertía ya están de aquel lado; también algunos de los amigos en los que más confiaba, y su madre, y algunos tíos, y el cuate con el que vivió una de sus relaciones más duraderas, y muchos noviecillos y amantes de una sola ocasión... Si se juntan todos para esperar a Orlando Barreto cuando muera, ¡qué nutrida comitiva lo estará recibiendo!
7
Orlando Barreto escribe:
Voy a contar la historia de un joven que no soy yo, que sí soy yo, que quién sabe si soy yo, si no soy yo, su historia no me pertenece, su historia quedó en el pasado, si sí soy yo, algo de él permanece, si quién sabe si soy yo, soy y no soy yo, me reconozco y no me reconozco en él, como a todos nos pasa con los personajes de ficción, soy y no soy
Soy y no soy, porque es joven y ya no será joven después, si es la historia de un joven y después él ya no es joven, ¿qué queda de ese joven?, ya no es, un joven que ya no es joven no es, el joven que fue joven ¿qué es?, un joven que ya no será joven
luis zapatahttp://www.blogger.com/profile/02037643566997628335noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3684785444757048638.post-12763861031177847282014-08-23T22:43:00.001-07:002014-08-23T22:43:43.945-07:00"En tiempos de Gloria Gaynor": un cuento de Ivancito para Ivancito
—Por azares del destino que no viene al caso mencionar, a fines de los setenta me fui a vivir un año a Cuernavaca. Y en ese año que estuve ahí me hice amiguísimo de un cuate muy simpático que se llamaba Roberto Araiza. El me contó algo que le acababa de suceder un poquito antes de que yo lo conociera.
Este Roberto era muy aficionado a las ciencias ocultas y al yoga y a la comida vegetariana y a todas esas cosas que generalmente van en paquete. Creo que hasta se había metido a un grupo medio místico, medio de meditación trascendental, medio quién sabe qué, en el que hacían muchos experimentos: algunos decían que hasta levitaban. Ya ven que eso se daba mucho en los setenta. Y en esos años, me acuerdo que estaba muy de moda Gloria Gaynor: la ponían en todas las discotecas y en todas las fiestas: ¡había cada reventón en Cuernavaca! Todos, claro, amenizados con música de la Gaynor. Lo que son las cosas, ¿verdad? Ahora ni quien se acuerde de ella: ¡qué efímeras son las famas!, ¿no? Entre otras, la del sexo: entonces se ligaba y se cogía mucho, y ahora ni a quien se le antoje.
Ahora bien, este Roberto del que les hablo podía conciliar perfectamente, como muchos en aquellos tiempos, el más profundo misticismo con la más desenfrenada putería, que entonces no parecían excluyentes. Y hago la aclaración no por amor a la digresión gratuita, aunque la amo, sino porque en esta historia tienen que ver las dos cosas.
Como Roberto era un cuate muy fiestero y sociable, siempre tenía la casa llena. Sobre todo iban muchos jovencitos, porque de ese pie cojeaba, aunque también había en sus pachangas todo tipo de gentes, de todas las edades y de todas las clases sociales.
Un día que estaba en uno de esos reventones que organizaba, oye de repente que tocan escandalosamente a la puerta de su casa. Eran las dos de la mañana, ese momento clave de las fiestas en que ya ha pasado la euforia de la bailada y se empiezan a formar las parejitas, que van y se esconden en las recámaras y en los baños a fajar. Es una hora muy agradable, porque la música ya es más lenta y se establecen todo tipo de complicidades, cuando ya se han ido los más tempraneros, esos que dicen que nunca pasa nada en las fiestas. A esas horas, se hacen nuevas amistades que uno supone definitivas, los cuerpos sudados presienten la excitación de los otros cuerpos; claro, si es verano. Se trata de esos momentos en que, a medios chiles, uno cree que de veras es feliz y que lo será siempre.
Justo en ésas estaban, cuando se oyen fuertes toquidos en la puerta: “¡Chin, la policía!”, piensan unos; “¡Un vecino mataputos!”, piensan otros; “Alguien que trata de escapar de una riña callejera”, otros más; “¡Aich, qué lata!”, dicen todos y corren a quitarse las pestañas postizas y a despintarse la boca. Ay, creo que me salió mi descripción como de fiesta de lilos de Alarma. Bueno, entonces que quede nomás en que se ponen todos muy nerviosos, y Roberto va a abrir la puerta. ¿Y quién está ahí? Ni el vecino, ni la policía, ni el peleador callejero, sino la vecina de al lado, una señora ya entrada en años, hecha un manojo de nervios: que se acaba de morir su cuñado, el hermano de su marido, y que éste anda de viaje y ella no sabe qué hacer; que la ayude, por favor. Pues ya la hizo pasar Roberto, apagó la música, y todas las loquitas mis compañeras, que estaban bailando, se sentaron y pusieron caras de circunstancias. “Cálmese, cálmese”, le decía Roberto a la señora esa, “le voy a dar una copita para que se tranquilice.”
Se sentó la señora, se tomó la copa de un trago, y ya un poco más calmada le platicó a Roberto cómo estaba la cosa: resulta que su marido, que era agente viajero de unos laboratorios, estaba haciendo un viaje muy largo por el Sureste. Y su hermano, el difunto, que vivía en el norte del país, cuando vivía, había mandado un telegrama para avisar que iba a pasar unos días con ellos en Cuernavaca, pero el telegrama llegó cuando el marido de ella ya había salido, por lo que no se alcanzó a enterar de sus inesperados planes de visita.
Como a los dos días de eso, llega el difunto un poco enfermo, pero, más que eso, cansado por el viaje, y, ni modo, ella lo tuvo que atender sola, pues no tenían familia, mientras el marido regresaba.
Pasó un día, dos, y al tercer día, cuando ya parecía estarse recuperando el difunto, ¡que se le va muriendo a la pobre mujer! Dice que se quedó tres horas sentada junto al cadáver, sin saber cómo actuar, tronándose los dedos. Ignoraba por completo lo que se hacía en esos casos, y... bueno, como no tenía teléfono, no pudo pedir información en ningún lado, y conforme pasaba el tiempo, la situación se volvía más difícil, pues ya no eran horas de andar en la calle ni de ir a buscar un médico o algo así. Que por eso se había tomado el atrevimiento de molestarlos. Dice Roberto que la vecina dio una mirada de 180 grados a la sala y vio que los asistentes a la fiesta eran puros hombres, pero que no pareció darle demasiada importancia a ese insólito hecho: más insólito era lo que le estaba pasando a ella, ¿verdad? Nomás se disculpó por tercera o cuarta vez de haber ido a interrumpirlos. Y Roberto, muy mono, le dijo que no se preocupara, que para eso eran los vecinos, que tenían que ayudarse unos a otros. “Lo primero que hay que hacer”, dice, “es dar aviso al Ministerio Público y llamar a una funeraria.” No, pues la mujer no tenía dinero: sólo unos cuantos pesos, menos devaluados eso sí, pero pesos al fin, o sea de todas maneras insuficientes; era el dinero que el marido le había dejado para los gastos de la casa.
Roberto, desde luego, tampoco tenía dinero, porque era la noche del sábado, o, mejor dicho, la madrugada del domingo, y, como aún no existían los cajeros automáticos, no tenía efectivo en su casa, ni manera de conseguirlo: para esas cosas se necesita mucha lana. Si ya lo dice el vulgo: tanto llegar a esta vida como dejarla cuesta muy caro. Es como entrar a un país del primer mundo y luego salir. Para no hablar de lo que cuesta la estancia, claro.
Entonces, a Roberto se le ocurrió la posibilidad de llevarlo a los velatorios municipales, y la señora estuvo de acuerdo en que era la mejor opción, dadas las circunstancias. Pues ya hablaron, de ahí de la casa de Roberto, y se fueron a esperar la llegada de la ambulancia o la carroza fúnebre, o lo que fuera, a la casa de la mujer. Ésta, por supuesto, estaba preocupadísima; más que eso, consternada: ¿qué cuentas le iba a dar a su marido cuando volviera? Ni modo de decirle “Fíjate, Romualdo, o como se llamara, que vino tu hermano, se murió, y ya lo velamos y lo enterramos”: demasiado lacónica la cosa, ¿verdad? Como que no.
“Bueno, ¿y no tiene manera de localizarlo?”, dice Roberto, “¿no sabe en qué hoteles se queda?” “No”, dice la mujer, “es la primera vez que va para allá.” “¡En la madre!”, pensó Roberto.
La señora, hasta eso toda amabilidad a pesar de la situación, le ofreció un café a Roberto, y éste aceptó: ¡hasta la borrachera se le bajó de la impresión! Pero dice que en ese momento tuvo una idea genial, y le pidió a la señora que lo dejara un rato a solas con el muerto: ya ven que muchas veces los problemas sirven para agudizar el ingenio y echar a andar la imaginación.
La señora acompañó a Roberto al cuarto del difunto, y luego se salió y lo dejó ahí solo. Dice Roberto que el hombre se veía de lo más tranquilo, como si estuviera durmiendo, como si no se diera cuenta de toda la bronca que estaba causando.
Bueno, pero la idea genial de Roberto fue aprovechar sus conocimientos parapsicológicos para ponerse en contacto con el hermano del muerto; ahora verán cómo. Dice que ahí, en el mismo cuarto donde estaba el cadáver, pero en otra cama, primero se relajó y luego empezó a hacer ejercicios de respiración y de concentración para ver si lograba separar la mente del cuerpo y hacer una especie de viaje astral.
Y sí: aunque con trabajos, poco a poco lo fue consiguiendo. Primero vio su propio cuerpo, ahí acostado en la cama; luego, todo el cuarto, con el difunto ahí... Después, la casa... Siguió elevándose más y más hasta ver la colonia donde vivía, luego una gran parte de Cuernavaca, y por último nada más las lucecitas de la ciudad.
Ya que se había alejado de Cuernavaca, echó a andar su sentido de la orientación y emprendió el viaje hacia el Sureste. Pero dice que a la altura que iba, no se distinguían muy bien las ciudades, que además desde lejos todas son iguales: sólo se ven las luces, y que en ese momento pensó que iba a ser complicadísimo dar con el ruco: ¡ni modo de andarse deteniendo en cada ciudad y ponerse a recorrer hotel por hotel! Nunca lo iba a encontrar. O tal vez sí, pero se tardaría mucho tiempo, y el chiste era que el vecino pudiera al menos llegar al entierro.
De pronto pensó que el viaje astral no era la solución adecuada en ese caso, y se regresó. Dice que fue muy fácil, porque nada más tuvo que seguir el cordón de plata que lo mantenía unido a su cuerpo.
De nuevo en la tierra, se le ocurrió que la mejor manera de lograr su objetivo era por medio de la telepatía, así es que, a pesar del cansancio, no sólo por el viaje astral sino también porque ya le estaba empezando a dar la cruda, intentó comunicarse con él. Dice que se puso a emitir señales telepáticas para ver si el vecino las captaba; que el método es parecido al que emplean en los supermercados o en las terminales de autobuses cuando andan buscando a alguien: “Al señor Fulano de tal, se le solicita urgentemente que establezca contacto.” Y sí: al cabo de poco tiempo comenzó a captar una señal muy débil, lo cual significaba que el vecino de marras estaba durmiendo, pero de todas maneras le pudo enviar una especie de sugestión hipnótica. Le dijo que se regresara a Cuernavaca lo más pronto posible. Y ya, volvió a relajarse, contó hasta diez y regresó al mundo de los vivos.
Pues ya fueron los del velatorio municipal, se llevaron al difunto, lo estuvieron velando todo el día y toda la noche siguiente, y por ahí de las ocho de la mañana, justo antes de que saliera el modesto cortejo fúnebre hacia el panteón, que va llegando el hermano al velatorio. Claro que le habían dejado un recado en la casa, no se crean que no. Digo, es una historia de intuiciones y telepatías, pero también hay que ayudar un poco a las fuerzas numinosas. Así es que este señor llegó a la casa, vio la notita y se fue rapidísimo al velatorio.
—¿Y sí había captado el mensaje de tu cuatísimo?
—Pues yo creo que sí.
—A lo mejor ya había terminado lo que tenía que hacer y de todas maneras se habría regresado el pobre hombre.
—Puede ser, pero el chiste es que regresó a tiempo para el entierro de su hermano.
—¿Y él nunca comentó nada, de que le hubiera dado un pálpito o que hubiera oído el llamado de la sangre, o algo?
—Ya no me acuerdo: si les digo que eso fue hace muchos años, cuando estaba de moda Gloria Gaynor.
luis zapatahttp://www.blogger.com/profile/02037643566997628335noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3684785444757048638.post-41571808626099494242014-08-09T06:06:00.000-07:002014-08-09T06:06:20.267-07:00Algunos fragmentos de "Como sombras y sueños", que próximamente publicará Cal y Arena<b>
Espera</b>
¿Y si Orlando Barreto no tuviera que hacer nada, salvo esperar?
10
Estuvimos tomando en la comida, me gusta el alcohol, me gustará en muchos momentos de mi vida, me hace sentir alegre, aunque tampoco puedo decir que sea yo triste, y entonces quizá lo que me da el alcohol es otra cosa, más seguridad, porque eso sí puedo decir, que soy muy inseguro, aunque no sé realmente si soy inseguro, pues cuando se trata de defender mis opiniones, soy hasta terco y no me doy por vencido, o sólo soy tímido y el alcohol me hace sentirme un poco menos tímido, o me hace sentir adulto, sí, quizás es eso, me hace sentir que pertenezco a una especie de cofradía, la cofradía de los que saben que ya no son adolescentes, aunque lo sean, la cofradía de los que saben que ya dejaron atrás una etapa dolorosa, o incómoda, o simplemente aburrida
Estuvimos tomando en la comida, dos o tres copas de tequila, y luego comimos, carnitas, o algún antojito, o algo sabroso en todo caso, comimos y después me fui a la escuela, comemos y después me voy a la escuela
Estudio una carrera que no me gusta, aunque tampoco puedo decir que me desagrada del todo, o no me disgusta pero no me apasiona, no me interesa como me interesan otras cosas, claro que no me planteo la posibilidad, ni mucho menos la necesidad, de hacer lo que me gusta, o quizá me digo que para eso está el tiempo libre, no, no me digo nada, disfruto de algunas cosas y de otras no tanto, voy a la escuela como van todos, como tenemos que ir todos, nos guste o no, y hasta recibo algunas satisfacciones, como haber pasado el examen de admisión a la universidad, lo que prueba que no soy tan burro como yo creía, bueno, como he creído últimamente, a partir de la prepa, porque en la secundaria y en la primaria ahí sí no tenía competencia, o sólo a veces, pero en la prepa sí fue ya diferente, pues hasta reprobé algunas materias, como Historia Universal y Química, claro que los maestros de esas materias eran muy malos, el de Historia, por ejemplo, sólo se limitaba a llenar el pizarrón de frases que copiaba de una carpeta y nosotros teníamos que pasarlas a nuestros cuadernos y aprendernos de memoria todos esos datos aburridos y sin ningún sentido para luego poder aprobar los exámenes, y claro que para el extraordinario tuve la suerte de que un compañero me diera las respuestas, por lo que llevé mi acordeón y pude pasar la materia para mi gran alivio
Todavía me siento medio pedo cuando llego a la escuela, a pesar de que comí bien, o a lo mejor por eso, a lo mejor no me hizo bien la digestión, a lo mejor si me hubiera dormido un rato me sentiría mejor, me quedo a una o dos clases, no me siento a gusto, tampoco estoy mareado, más bien me siento como muy pesado, como con ganas de dormir y me salgo, me tomo una coca en la cafetería para ver si me despierto, pero no, sigo sintiéndome medio raro y decido mejor irme a mi casa, ya no quedarme a las otras clases, total, no será la primera vez que falte, muy seguido me voy de pinta con mi amigo Raúl, nos vamos al cine, o nomás llego a la escuela, saludo a algunos compañeros, me fumo un cigarro y luego nos vamos al cine Raúl y yo, vemos dos películas y regreso a mi casa como si nada, como si hubiera ido a la escuela, pero hoy no quiero ir al cine, no quiero entrar a clases, nada más quiero irme a mi casa y tomo el camión que va al centro, bueno, es el único camión que hay, pero a mí me queda bien porque vivo en el centro, tomo el camión y el regreso se me hace eterno, me siento mal, tengo calor, aunque a lo mejor ya no estamos en época de calor y la universidad está en la parte alta de la ciudad y es un rumbo muy fresco, a veces hasta hace frío, el corazón me late más rápido de lo normal, estoy sudando, me da miedo de que me pueda pasar algo y el camión se tarda mucho, se tarda más que otras veces o eso me parece y me siento algo desesperado porque el camión no avanza, tengo sed, quisiera tomar agua, o una coca, o cualquier refresco, me late el corazón con fuerza y sudo, no se me ocurre qué hacer, tal vez si pensara en otras cosas me sentiría un poco mejor, o un poco menos mal, pero tampoco se me ocurre qué pensar, sudo, estoy sudando, tengo calor y por momentos también tengo un poco de frío, o no sé qué tengo, sólo sé que me siento mal y que quiero llegar pronto a mi casa y llego al centro y todavía tengo que caminar dos o tres cuadras para llegar a mi casa y también se me hacen eternas porque me siento mal y llego por fin y no hay nadie en la casa, estoy solo y no se me ocurre qué hacer, lo único que se me ocurre es tomar agua, tomar mucha agua, tomar varios vasos de agua para ver si con eso se me pasa el malestar y me pongo a ver un rato la televisión o a leer, no sé, lo que sí sé es que tomo agua, tomo agua y tomo agua, pues pienso ahora que lo que tengo es que estoy crudo y supongo que lo único que sirve para las crudas es tomar agua y tomar agua y tomar agua, o no sé si en ese momento pienso que estoy crudo, o no sé si me lo dicen después mis amigos que viven en el departamento de arriba, me dicen después que estaba crudo y que eso de tomar agua era lo peor que podía hacer, que me podía haber dado una congestión alcohólica, pero lo bueno es que me lo dicen después, un día o dos después, si me lo hubieran dicho en el momento sí me habría puesto más nervioso y capaz que sí me congestionaba por la pura sugestión, lo bueno fue que no encontré a nadie en la casa y no se me ocurrió ir a preguntarles a mis amigos de arriba y sólo se me ocurrió tomar agua y sólo después me dijeron que me podía haber muerto de una congestión alcohólica
<b>Compasión</b>
¿Es compasivo Orlando Barreto?
Cualquiera diría que sí, que sabe escuchar las quejas y lamentos de sus amigos, y se conmueve con las desgracias, angustias y enfermedades de los demás, no sólo de quienes lo rodean. Únicamente lo dejan frío los suicidios de quienes pierden grandes fortunas o son puestos en evidencia tras cometer un fraude: lo asquea un poco, quizá porque no puede entenderlo, ese endiosamiento que hacen algunos del dinero.
Cualquiera diría que no. Siempre que alguien le habla de algún trastorno en su salud, Orlando Barreto piensa que él también podría tenerlo, si no en ese momento, en un futuro cercano, y esto lo hace empezar a temer más por sí mismo que por el amigo afectado. Bueno, pero esa manera de vivir los padecimientos ajenos, por más egoísta e hipocondriaca que llegue a ser, puede considerarse compasiva, y entonces sí, en conclusión, sí es compasivo Orlando Barreto, ladrón de enfermedades.
11
Orlando Barreto escribe:
En este momento, ahora, en la actualidad es diferente, no me sucede lo mismo, pero sólo en el presente, antes, en cambio, no en el mucho antes, sino en el antes de hace poco, en el antes de hace algunos años, pocos quizá, escribía, siempre a mano, aunque eso todavía lo hago en el ahora, lo estoy haciendo en el ahorita y lo hacía en el antes de hace mucho, pero en el antes de hace poco escribía también a mano, la diferencia es que en el antes de hace poco, y en el mucho antes de hace mucho, escribía y la escritura como si dijéramos me llevaba, agarraba como si dijéramos su propio vuelo y las palabras caían como si dijéramos donde tenían que caer, casi casi como si dijéramos se escribían solas, al menos durante un rato, un rato muy rato, o un rato muy poco rato, pero como quiera un rato y me quedaba contento y todavía escribía una que otra anotación, uno que otro fragmento que me iba a servir para el poco después, o el mucho después, o incluso el poco antes o el mucho antes de la novela y la sensación era de lo más agradable, como si me dijera que estaba cumpliendo con mi como si dijéramos destino y luego, en el poco después, en el muy poco después, mecanografiaba, pero eso en el muy antes y luego en el poco después mecanoelectricografiaba y en el un poco después y acaso más capturaba lo que había escrito en el poco antes y hacía algunas correcciones mientras iba pasando lo que había escrito en el poco antes y encontraba alguna palabra que parecía funcionar mejor y luego, en el antes no muy lejano y en el antes más o menos cercano y en el antes más cercano, jalaba yo la hoja de la máquina o salía ella sola o imprimía lo que había escrito en el poco antes y la ponía junto a lo que había escrito y mecanografiado o mecanoelectricografiado o capturado y veía como si dijéramos con gran satisfacción cómo se iba formando un pequeño montoncito de hojas, que luego, en el poco después y más en el después y mucho más en el mucho después, iba formando un montoncito ya no tan pequeño, que luego, en el mucho muy después, era ya una novela, a la que le faltaban claro muchas correcciones, que haría yo en el poco después o en el mucho después y a veces hasta en el inmediatamente después, eso no importa, lo que sí importa es lo que pasaba antes de que estuviera formada ya la novela con su forma formal de novela novelada en el mucho después o en el muy mucho después, me gustaba leer lo que había escrito en el casi inmediatamente antes o en el inmediatamente antes y cambiarle una coma por un punto y coma, un punto y coma por un punto, una palabra por otra palabra, una frase por otra frase, quitar una línea y a veces hasta un párrafo y me gustaba en el no muy antes volver a mecanografiar o a mecanoelectricografiar lo que había escrito en el muy poco antes o capturar ya en el poco antes las correcciones de las páginas impresas en el muy poco antes y verlas más o menos limpias y volver a leerlas
Era como una especie de enamoramiento
Y las cosas tenían sentido, todo tenía entonces sentido, aunque fuera por un momento en ese momento del poco antes pero no muy poco antes, una especie de enamoramiento en el que lograba como todo enamorado ignorar los defectos, los posibles defectos, los seguros defectos de lo que había escrito en el poco antes o como si dijéramos en el muy poco antes y ver como si dijéramos sólo las cualidades, o hasta creer que los defectos eran cualidades como todo enamorado, o no sé si decirlo así, porque ni había como si dijéramos un juicio de valor, sino sólo un decir esto me gusta, o no, tampoco era como si dijéramos un decir sino más bien como si dijéramos un sentir, un sentir esto me gusta, aunque no sé si decir me gusta traduzca la sensación, que en todo caso era como si dijéramos más sin palabras, más como si dijera este soy yo, o esto es y está bien, o no sé, en todo caso era agradable, o más que agradable, como cualquier enamoramiento, era como si dijéramos una especie de gracia, una como si dijéramos bendición, que así nomás se había presentado, o casi, sin que yo la buscara, o casi, pero ahora, en el presente actual, en la actualidad presente, en el ahorita y el ahoritita ya no es así, ya no me gusta capturar lo que escribí en el hace poquitito antes como en el hace no muy antes me gustaba mecanografiar o mecanoelectricografiar o incluso capturar lo que había escrito en el poquitito antes de ese no muy antes, ni me gusta el sonido de lo que escribí en el muy poco antes que voy escuchando mientras voy capturando en el exactamente ahorita o el hace poquito o el hace poco pero dentro de este hace poco, prefiero poner música mientras estoy pasando lo que tengo que pasar en el este momento de ahorita, un poco para ahogar el sonido de lo que escribí en el poco muy poco antes que es lo mismo que el sonido de lo que estoy escribiendo en el merito ahorita de este momento presente, en que ya no me gusta el sonido de lo que escribí y estoy escribiendo, como si ya no hubiera un enamoramiento, más bien como si dijéramos un desenamoramiento, un desenmascaramiento del enamoramiento y entonces la voz de la persona que había sido objeto de nuestro enamoramiento ya nos resultara desagradable, chillona, estridente, molesta, irritante y ya no me gusta para nada el sonido de lo que escribí en el poco antes ni el de lo que escribo en el ahorita actual que es el mismo de lo que escribí en el poco antes, no me gusta escucharlo y mucho menos leer lo que acabo de escribir en el poquito antes o muy poquito antes, ya no me gusta como antes me gustaba y disfrutaba y le veía sentido o no me preguntaba por el sentido que para el caso es lo mismo
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Clinofilia</b>
Orlando Barreto encuentra el término “clinophilie” en el libro Route de nuit, de Clément Rosset. Contra lo que pudiera pensarse, la palabra no hace referencia a una afición por las clínicas, hospitales y demás, sino al gusto por estar acostado, común en los depresivos y deprimidos. Rosset nos recuerda en su libro el origen de la palabra “clínica”: un establecimiento con camas en las que podían acostarse los enfermos.
Echarse en la cama, guardar cama, estar en la cama es asumir plenamente la condición de enfermo, piensa Orlando Barreto, aun si uno está sano, aun si uno sólo se acuesta por la noche para dormir: el trabajo, la vida social, la simple vigilia enferman: no otra cosa puede decirse de las horas que pasa uno despierto. Por eso se habla del efecto reparador del sueño; por eso existen las curas de sueño. Pero los placeres asociados a la cama de los que gozan quienes están sanos o el mismo Barreto cuando no lo abruma una depresión también tienen un efecto terapéutico: la cama es, pues, una cama y una clínica.
luis zapatahttp://www.blogger.com/profile/02037643566997628335noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3684785444757048638.post-46552079078453392512014-08-07T18:26:00.000-07:002014-08-07T18:26:46.635-07:00Va de nuez “De <i>Ramales…</i>, para Carlos Canales:”
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2.36
La interpretación que hace Jeff Buckley de “Hallelujah” es enternecedora; más aún, si conocemos algunos detalles espinosos de la biografía de Buckley; y todavía más, si consideramos como parte de la canción la breve e inquietante exhalación que la antecede: un ay sin vocales ni consonantes. (<i>Anotaciones</i>)
2.45
Un lapsus justificable: escribo, en un buscador de internet, Jeff <i>Beau</i>ckley. (<i>Anotaciones</i>)
3.46
Me gustan muchos músicos, muchos cantantes. Pero por Jeff Buckley siento algo especial: no sé qué me hermana con él. Sí, sí sé (y cierto placer me produce no decirlo, como también me produce algún placer escribir tres monosílabos acentuados de corrido). (<i>Diario</i>)
Cuando no una plegaria, un lamento: la voz de Jeff Buckley. (<i>Anotaciones</i>)
2.59
No me opongo a que los artistas reciban sus merecidas regalías, que dejan de recibir en el caso de la piratería o de las canciones que se bajan con programas específicos. Pero que no me digan que las regalías de Jeff Buckley son para él: como las recibe su madre, que no es santo de mi devoción, prefiero recurrir a Ares. (<i>Anotaciones</i>)
3.111
Hacía muchos meses que no ponía un disco: la música es un placer vedado a los deprimidos, que, por lo demás, de nada disfrutan. Como las llamadas de los amigos, el deprimido experimenta la música como un estorbo, un mero ruido que, en el mejor de los casos, únicamente lo incomoda (en el peor, lo trastorna y lo atemoriza). Pero hoy, así nomás, se me antoja escuchar la voz de Jeff Buckley, como alguien podría desear, en circunstancias favorables, tener un encuentro con un viejo amigo. No pienso que vaya a alegrarme escucharlo cantar; sí, que su voz, que su presencia (por decirlo de algún modo) puede ser una especie de compañía. (<i>Diario</i>)
3.128
Hoy me acompañó Jeff Buckley mientras escribía. A casi nadie le permito que esté conmigo mientras trabajo (o mientras juego, pues, según se vea), pero hoy pensé que su talento y su perfeccionismo podrían resultar inspiradores. Y así fue. (<i>Diario</i>)
2.127
La música de Jeff Buckley es como un libro que se sigue escribiendo a pesar de que su autor ya ha muerto: aunque sólo grabó un disco en estudio, cada vez aparecen más grabaciones de sus presentaciones en vivo o en televisión. Por suerte, hay Jeff Buckley para rato. (<i>Anotaciones</i>)
2.129
¿Exagero si digo que la canción más hermosa del mundo es “Hallelujah”, en la voz de Jeff Buckley? Quizá no: al fin y al cabo, cuando uno usa palabras tan rotundas como “mundo” y “vida”, siempre se refiere a su mundo y a su vida, claro. (<i>Anotaciones</i>)
luis zapatahttp://www.blogger.com/profile/02037643566997628335noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3684785444757048638.post-6690100591089644372014-08-05T18:12:00.002-07:002014-08-05T18:12:57.085-07:00"Una pareja feliz", de Ivancito para Ivancito, un cuento de "Siete noches junto al mar"
—Yo les voy a contar una historia con un dejo de clasicismo: es de esas historias que nunca pasan de moda, como el amor y los celos, que son sus verdaderos protagonistas. Nada más que aquí los personajes principales son dos gays, y no un hombre y una mujer. ¿Conocen a Mariano y Armando?
—¡Ay, pero claro!
—Bueno, tú sí, pero Fernando y Nidia no. Así es que procederé a dar una pequeña introducción.
Mariano y Armando son dos chavos muy simpáticos, uno arquitecto y el otro dentista, que ahora viven en Tijuana. Yo era amigo sobre todo de Mariano; lo conozco desde hace muchos años: cuando era niño vivía por mi casa. En honor a la verdad, debo aclarar que es un poco menor que yo. Pero lo veía mucho porque era compañero de mi hermana, y poco a poco nos fuimos haciendo amigos. Y este Mariano me buscaba mucho, especialmente ya que entró a la universidad y se dio cuenta de que era tumentiendes. Y como para nadie ha sido un secreto que yo también ejerzo mi derecho a la diferencia, aunque nunca he sido una de esas locas obvias y tremendas, este cuate me empezó a buscar y a frecuentar, yo creo que porque necesitaba conocer a alguien afín, alguien con quien pudiera explayarse y hablar de estas cosas y sentirse en confianza, porque era un muchacho muy tímido. Así es que nos hicimos amigos y para todos lados jalábamos juntos. En realidad, no sé por qué estoy contándoles esto: la historia se inicia varios años después, cuando Mariano ya había conocido a Armando y llevaban un buen tiempo viviendo juntos.
Aparentemente formaban la pareja perfecta: los dos eran muy guapos, muy simpáticos, buenos anfitriones, se querían mucho, los dos ya estaban trabajando y les iba muy bien, viajaban con frecuencia, tenían un departamento muy bien puesto, se vestían a la moda, en fin, tenían lo que cualquiera podía desear.
Sólo una nube empañaba su prístina felicidad: los celos de Mariano, que muchas veces alcanzaban niveles patológicos. Siempre andaba chingue y chingue al pobre de Armando con eso: le tomaba el tiempo cuando iba a algún lado, le hablaba por teléfono para ver si era cierto que estaba donde le había dicho, lo vigilaba continuamente. Bueno, hasta cuando iban de vacaciones, pues el paranoico nunca descansa: si estaban en la playa, por ejemplo, y Armando iba al baño, al regresar, Mariano le preguntaba por qué se había tardado tanto. Lo traía azorrillado con sus inquisiciones y sus dudas. Pero, por otra parte, la situación tenía su chiste para los dos, digo yo, que siempre me erijo en psicólogo de los demás: si hubiera sido una pareja más tranquila y confiada, tal vez habrían sucumbido ante la monotonía propia de la vida conyugal y se habrían aburrido muy pronto; ya ven que la felicidad puede ser rutinaria y ahuevante: “Zarandéame un poco para que se me caiga la ceniza del cigarro”, decía Genet, y con sobrada razón. Así es que mis amigos vivían una dicha precaria e intermitente, aunque no por ello menos plena.
Desde luego, el que más sufría era el pobre de Mariano, creo yo, pues siempre es mejor que te celen a que seas tú el celoso. Los celos son una pasión tortuosa y desgarradora. En cambio, el que es objeto de los celos se siente muy orondo de ocupar toda la atención del otro. Y basta de disquisiciones: voy al grano.
No nada más sufrían Mariano y Armando por los celos del primero: había un tercer afectado: yo, que tenía que estar escuchando pacientemente las confidencias de ambos, y además darles consejos. Que de nada servían, claro. Hasta que un día, harto ya de sus quejas y a punto de retirarles mi amistad a los dos, me dice Mariano que quiere pedirme un favor muy grande, que sólo se atrevería a pedirle a alguien que fuera casi de su familia, como yo. Me dice que ya no soporta seguir bajo el imperio de esa pasión enfermiza y que está al borde del suicidio: no duerme, casi no come, no se puede concentrar en el trabajo nomás de pensar en la posibilidad de que Armando le ponga el cuerno. Que sólo yo puedo salvarlo. Pues ¿qué creen que me pidió?
—¿Qué?
—Que me prestara a un juego, peligroso añadiría yo, para probar la fidelidad de Armando. “Estás loco”, le digo, “¿cómo se te ocurre?”
Mariano quería que durante un viaje que iba a hacer por esos días a Tijuana, porque ya estaban arreglando las cosas para cambiarse, tratara yo de seducir a Armando para ver si su fidelidad era a prueba de todo. “Eso ya es enfermizo: ¿cómo crees? ¡Qué falta de respeto!”, le dije. Y él “Sí, ándale, hazlo por mí, manita: no confío en nadie más: está a punto de llevarme la chingada”, me decía casi llorando y con el rostro desencajado. “Pero no es posible, no mames: ¿y qué tal si acepta? Nos va a caer un rayo de cagada: las manas no se deben acostar con las manas: entre gitanas no nos echamos las cartas.” “No, no se trata de que te acuestes con él, no la chingues. Se trata nada más de probarlo. Si tú ves que ya está a punto de caer, entonces inventas algo, dices que te sientes mal, o qué sé yo, y te vas. Y si resiste a la tentación, después de que hayas insistido lo suficiente, óyeme bien, te juro que no volveré a dudar de él. Te lo juro: que me quede pobre si no. Ayúdanos, Iván, es por el bien de nuestra relación. Tú eres nuestro amigo. Hazlo también por Armando, que también ya está hasta la madre.” “Bueno, y en caso de que aceptara, ¿qué?” “Entonces ya sabré a qué atenerme, aunque me duela. Pero por otra parte me voy a sentir en paz conmigo mismo, porque entonces mi paranoia va a estar justificada. ¡Ay, Iván, tú no sabes lo que es esto!” “Ni quiero saberlo”, le digo, “yo paso sin ver.”
Bueno, pues éste tanto estuvo duro y dale con lo de la prueba, que finalmente este pendejo que tienen frente a ustedes aceptó; no sé ni cómo, pero accedí a ayudarlo, aunque con remordimientos anticipados ante Armando y sintiéndome totalmente manipulado...
Se fue Mariano a Tijuana, y al día siguiente, viernes, le hablé a Armando para ver si quería ir a una reunioncita que iba a hacer Monona y en la que iban a estar también Karen, Repisa y Cornisa, Víctor, Juan Manuel, los mismos de siempre, ¿no?
Vamos a la reunión, nos tomamos dos o tres copas, chacoteamos de lo lindo, y como a las dos horas dice Armando que ya se quiere ir, porque le va a hablar Mariano a las 11, que si no le doy un aventón. Lo llevo a su casa y cuando ya estoy a punto de despedirme, me dice que si no quiero tomarme una copa. “Bueno”, le digo yo, “pero nomás una, porque mañana me tengo que levantar temprano.”
—¿No que era viernes, adorado?
—Sí, pero había quedado de recoger a mi mamá en el aeropuerto.
—Ah.
—Entonces me dice “Sí, claro, nomás una”, y subimos al departamento, nos tomamos la copa, y el pobre de Armando se empieza a azotar conmigo: que ya no soporta a Mariano, que cada vez está peor, que no sabe qué hacer. En eso, suena el teléfono y es, claro, el rey de Roma, que se asoma a través del inalámbrico. Poco a poco voy viendo cómo el rostro de Armando cambia de la congoja inicial hasta adquirir un tinte de felicidad, de plenitud, casi diría yo que de bienaventuranza: Mariano le dice que ha estado pensando mucho en su relación, que está arrepentidísimo de haberse portado últimamente como un ojete, y que por favor lo perdone: en fin, lo que dicen todos: primero un ejercicio de autoflagelo y de aceptación de culpabilidades, y luego la típica petición de perdón y la promesa de enmienda. Y ni siquiera le preguntó qué había hecho ni nada. El mismo Armando fue el que le comentó lo de la reunioncita y le dijo que yo estaba ahí, pero que ya me iba. Entonces Mariano, vuelto una sedita y con un falso tono de comprensión y condescendencia, le dice que me invite a dormir para que no se sienta tan solo. Y ya cuelgan, después de mandarse besos, abrazos y las consabidas promesas de amor y fidelidad. “Que dice Mariano que si no te quedas a dormir.” “Ay, ¿cómo crees? Tengo que ir a mi casa: ni modo que me vaya de aquí al aeropuerto con la misma ropa.” “Yo te presto algo, hombre.” “Bueno, puede ser.”
Pues nos tomamos otra copa, y otra más, y de pronto, como el más hábil y veloz transformista, su expresión otra vez se entristece, su mirada se empaña y se suelta a llorar: “¡Ay, Iván, ya no puedo más! Este cabrón me está volviendo esquizofrénico con su ambivalencia: un día me dice que me quiere y otro me reprocha cosas que nunca he hecho y me insulta. Ya hasta estoy pensando que lo de Tijuana fue una decisión equivocada, porque, imagínate, allá vamos a estar solos y la situación puede empeorar. Además, yo ya no sé si tiene caso que sigamos juntos y nos echemos más compromisos encima: ¿qué tal que uno de los dos se quiera regresar?” “¡Pues se regresa!”, le digo yo. “¿Y qué hacemos con el condominio? ¿Lo vendemos o qué?” Si también éste era bueno de aprensivo, aunque en diferente estilo: ya lo dice el dicho: “Dios los cría y ellos se juntan.” “Si lo vendemos rápido, lo vamos a malbaratar”, dice; “ya ves que nunca te pagan lo justo cuando te urge vender algo.” “Tú no te preocupes por eso ahorita, Armando: a lo mejor sí les va bien”, le digo; “los cambios de aires siempre son buenos. Prácticamente van a iniciar una nueva vida. Y qué bueno. Tú tienes que tener confianza en que les va a ir de maravilla. Y verás cómo sí”, dije con tono de trabajadora social, ¿verdad? Y él “Ay, Iván, tengo mucho miedo”, dice, y otra vez se suelta a llorar, y me abraza para que lo apapache. Y yo, pues ahí de comadre, dándole palmaditas en el hombro, para consolarlo, y acariciándole el pelo. “Me siento muy mal, me siento muy mal”, decía... Pues éste, yo creo que tenía tanta necesidad de afecto o de seguridad, que me empieza a dar besitos en el cuello, y luego en la boca, buscando mi lengua, muchachos, y me abraza con fuerza, como si estuviera a punto de morir en un holocausto, o como si, para seguir en la onda judía, fuera a partir en un éxodo interminable después de un sangriento pogrom: tales eran su desesperación y su deseo de aferrarse a unos brazos viriles como los míos. Y yo pensaba “¡Chin! Está por suceder lo que temía, o quería Mariano, y sin que yo haya movido un dedo. ¿Y ahora qué hago? ¿Quién es más merecedor de mis lealtades? ¿Mariano, a quien conozco desde hace más años? ¿O este pobre chavo, que se siente tan solo y tan perdido?”
En ésas estaba, cuando Armando, ya medio pedo como yo, me abre de pronto la bragueta y me empieza a succionar mi aún no excitado del todo apéndice. Y yo “Ay, que no se me pare más, que no se me pare más...” Hagan de cuenta que le pedía a san Ciro... ¿Ustedes conocen a san Ciro?
—Por supuesto.
—¡Cómo no, mi estimado!
—Ay, pues yo no, Ivancito: ¿quién es?
—San Ciro es un santo muy alrevesado, incapaz de hacer milagros, o, mejor dicho, te los hace, pero al revés. Por ejemplo, vas a salir y está nublado y no te quieres mojar, entonces le tienes que pedir “San Ciro, que llueva; san Ciro, que llueva”, ¡y no llueve! Es muy efectivo, pero contreras. Y yo le pedía “San Ciro, que se me pare más; san Ciro, que se me pare más”, para que no se me parara, ¿verdad?, porque yo siempre he sido muy caliente: con cualquier cosita me excito.
Pero yo creo que san Ciro estaba en uno de esos días en que todo le sale mal, en que hasta sus milagros alrevesados le salen al revés, ¡y que se me va parando! Y mi cuate me la seguía mamando afanosamente, como si fuera un delicioso caramelo salado: ¡se veía que tenía unas ganas de verga! Y yo pensaba “Ni modo de retirársela: se le va a reventar la hiel. O se va a poner a llorar otra vez, como niño sin chupón.”
De repente, Armando me la deja de mamar, y se le queda mirando y me dice “¡Ay, Iván, qué sorpresota! Quién se lo iba a imaginar: ¡y pensar que tantos años he tenido cerca de mí a este monstruo, a esta víbora venenosa, y no le había hecho caso!”
—¡Ay, bájale, adorado, que sea menos!
—Pues eso fue lo que dijo: cito textualmente. Y es que, en serio, ¡estaba transformado el hombre! Hagan de cuenta un mister Hyde. Y yo sólo había conocido al doctor Jekyll medio mustión que andaba con Mariano. Yo hasta ese momento creía más bien que Armando era ganado lechero: ¡y ahora estaba descubriendo que era de lidia! Un toro salvaje y voraz tenía ante mí. Pues éste, ni tardo ni perezoso, trae condón y lubricante, se encuera, me baja los pantalones, y me las concede sin más aspavientos, y sin que yo pudiera reaccionar todavía. ¡Y cómo cogía el desgraciado! ¡Se veía que le encantaba la mazacuata! ¡Era putísimo! Él solito se la acomodaba, se la tragaba entera, como si su culo fuera una boa, se la volvía a poner si se le salía, se retorcía en ella, se atornillaba, ¡creo que hasta perrito tenía!, porque yo sentía que me la apretaba muy sabrosamente.
—Y usted, sin poder reaccionar, mi estimado.
—Sí, yo estaba sin habla. Había enmudecido completamente por la sorpresa. Aunque como también andaba pedo, decía “Bueno, ¿pues qué tiene de malo? Es un desliz de juventud. Además, ¿a quién le dan pan que llore?” Total, para no hacerles ya el cuento más ancho, tuvimos nuestras respectivas eyaculaciones ahuladas y... ¿qué creen, que se azotó o que no?
—Que sí.
—Yo creo que no.
—¿Por qué no?
—Pues porque no tenía pinta de que se fuera a azotar. Así como describiste la situación, parecía que al contrario, que le estaba gustando muchísimo y que no era la primera vez que engañaba a Mariano: ¡quién lo viera!, ¿eh?
—Lo mismo pensé yo, y luego luego se lo pregunté.
—Bueno, pero ¿se azotó o no?
—¡No, hombre, qué se iba a estar azotando! Le rete encantó. Y yo, al ver que su actitud era de lo más alivianada, que le pregunto “Sí lo habías hecho antes, ¿verdad?” Y él “No, Iván, ¿cómo crees? Siempre le he sido fiel a Mariano. Siempre he resistido a la tentación. Pero esta vez no sé qué me pasó. Me sentía muy mal, muy... Por favor, no le vayas a decir nada a Mariano. Digo, no tiene caso atormentarlo: el pobre ya de por sí sufre mucho por sus celos: ¡imagínate si supiera esto! ¡Se moría!” “O nos mataba.” “¡No mames! ¡Toco madera!”
Entonces, el que se empezó a sentir mal fui yo, por haber traicionado la confianza de Mariano. Pero también por haberme prestado al numerito de probar a Armando. Claro que esto último no se lo dije, para no hacer más grande el oso. Nomás le dije “Ay, me siento muy mal ante Mariano, como si no mereciera su amistad: él confiaba plenamente en mí.” Y me dice “Mal te deberías sentir si le dijeras algo: eso sí le haría mucho daño. Además, ¿qué ganarías? Te aseguro que todos saldríamos perdiendo: Mariano no volvería a confiar en nadie, ya no digamos en mí: ni siquiera en sus amigos. Yo, probablemente perdería la relación con Mariano, que me importa muchísimo: es toda mi vida. Y tú, pues tú te quedarías sin dos amigos, porque después de esto, nada volvería a ser igual.” ¡Cuánta sabiduría en un solo ser!
Así es que después de haber puesto punto final a todos mis escrúpulos, Armando me sirvió otra copa, se sirvió otra él, nos las tomamos, y de pronto me dice él que no se arrepiente de nada, que, al contrario, le encantó coger conmigo y que me va a proponer algo: en cuanto regrese Mariano, todo volverá a ser como antes: nos seguiremos viendo los tres, como si nada hubiera pasado, y, desde luego, no volveremos a tener relaciones sexuales: esto habrá sido como un excitante paréntesis que no tiene por qué repetirse, como un affaircillo de vacaciones sin mayores consecuencias. Cuando regrese Mariano. Pero mientras tanto, ¿por qué negarle al cuerpo lo que pide? Podemos coger las veces que queramos, hasta que nos ardan los genitales, y después nos olvidaremos del asunto: ¡no, si ésta salió más lista que bonita! Y yo, que siempre he sido manipulable y nunca he sabido decir no, acepté. Aunque en honor a la verdad, muchachos, debo decirles que la pasé muy bien, pues el cabrón de Armando era muy cachondo y cogía riquísimo: creo que a él le debo las mejores cogidas que he tenido. Y yo también me imagino que al menos en parte a eso se debían los celos de Mariano: como veía que el otro disfrutaba tanto en la cama, seguramente pensaba que se le daría muy fácil la putería. Y algo de razón debía tener, aunque Armando juraba y perjuraba que nunca nada con nadie, aparte de Mariano.
Yo al principio abrigué ciertas dudas respecto a mi probidad moral. Pero luego con el mayor cinismo dije “Bueno, a lo hecho pecho: ni modo de dar marcha atrás en el tiempo en busca de otra oportunidad. Y además este pobre la está pasando a todo dar y está gozando mucho de su pequeño interludio pasional.” Así es que seguimos atorándole de lo lindo el tiempo que Mariano estuvo fuera, que en realidad no fue tanto: como cinco días. Y ya, cuando regresó Mariano, los dos nos portamos como adultos civilizados y nos olvidamos del asunto. Y las cosas volvieron a la normalidad. O incluso mejoraron, porque yo a Mariano le dije que la lealtad de Armando era a prueba de todo, y que era un ojete si seguía dudando de él y dándole lata... Y, como en los cuentos de hadas, vivieron muy felices: se fueron los dos a Tijuana, Mariano entró a trabajar al gobierno con un sueldazo, y Armando puso su consultorio y se dedicó a arreglarles los dientes a los tijuanenses con mucho éxito: tiene una clientela enorme, y no sólo de tijuanenses: también lo visitan muchos gringos que como quiera se ahorran un buen dinero al pagarle en pesos. Total, que les está yendo de pelos: ya se compraron una casa en Playas de Tijuana, que es una colonia muy mona, y rentaron un departamento en Ensenada, a donde se van todos los fines de semana... Ya hasta están pensando en adoptar a un niño... Siguen siendo la pareja ideal.
Yo, por supuesto, al ver su prosperidad, hice de lado la espinita de la culpa que aún me quedaba, pues me di cuenta de que, al menos en parte, también contribuí a su felicidad actual: si no hubiera pasado lo que pasó, seguramente seguirían en las mismas broncas... ¿Qué les parece, eh? Para que vean que sí hay historias de amor con finales felices.
luis zapatahttp://www.blogger.com/profile/02037643566997628335noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3684785444757048638.post-59055864734376783012014-08-03T05:47:00.001-07:002014-08-03T05:50:09.539-07:00Otro fragmento de "Escena y farsa es la vida", publicada en La Ratona Cartonera2. La conferencia
Antes de subir al estrado, saluda a algunos de los asistentes; sonríe, les da la mano. La sala está completamente llena; hay incluso gente de pie en los pasillos, lo que dificulta el acceso a la mesa. Otra dificultad radica en que, no bien advierten su presencia, algunos curiosos y admiradores la interceptan para pedirle que les autografíe un libro, un cuaderno, un programa. Moderadamente halagada, con la discreta satisfacción de quien está acostumbrado a ese tipo de recibimiento, les dice que por el momento no puede, porque ya es un poco tarde y tiene que comenzar la conferencia, pero que después sí, con mucho gusto.
Todas las prendas que constituyen su atuendo, incluidas las sandalias, parecen compradas en un país remoto, tal vez la India. Su pelo largo y lacio cae sobre sus hombros. Resulta difícil no reparar en ella.
Él la observa y también sonríe, sólo que su sonrisa es menos inocente: tiene quizás un dejo de ironía. Ella aún no lo ve.
Las primeras palabras de la conferencista son: “Las cosas tienen un orden, aun dentro del caos. Nuestra única misión es encontrarlo.” Después de una pausa que permite sopesar lo que ha dicho y dar un mayor relieve a lo que seguirá, añade: “Para eso estamos aquí. Una vez que se ha descubierto ese orden, todo adquiere sentido y nuestra existencia se desarrolla de manera armónica.”
Sus palabras son categóricas, y, sin embargo, lejos están del dogmatismo: por el contrario, habla con esa seguridad reposada y natural propia del que está firmemente convencido de algo: sus gestos, por ejemplo, en nada se asemejan a los del predicador febril a punto de convulsionarse. De más está decir que no lee ningún texto; ni siquiera lleva notas de apoyo: su exposición fluye espontáneamente, sin que nada obstaculice la comunicación directa con su público, que la escucha y la mira con un interés rayano en la devoción. Él, más bien con curiosidad, casi divertido. Ella todavía no repara en su presencia.
Como gran conocedora de los resortes que despiertan y mantienen la atención, ilustra ahora la parte fundamental de su teoría con ejemplos tomados de la vida cotidiana: “¿Han notado ustedes que cuando le debemos dinero al dentista, o sea, cuando menos ganas tenemos de enfrentarlo, se nos empieza a aparecer por todas partes?” La gente ríe, cómplicemente, como corroborando la veracidad de su observación. “Bueno, en esas ocasiones estamos siendo víctimas de una ley universal que por regla general ignoramos: la Ley de las Relaciones Interrumpidas Prematuramente. Somos nosotros quienes, sin darnos cuenta, propiciamos esas situaciones al cortar el flujo natural de las cosas.” Añade que lo mismo sucede cuando se rompe una relación amorosa antes de que llegue a su término: mientras aún tenemos cuentas pendientes con el otro, con la otra, no dejamos de encontrárnoslos en reuniones, en la calle, en los sueños, “hasta en la sopa”, dice, provocando una risotada general. ¿Es tal vez esa mezcla de coloquialismo, trivialidades y pensamientos de mayor profundidad y alcance lo que constituye su éxito? Ya alguien lo ha señalado exactamente en esos términos.
Pasa ahora a revelar otra verdad oculta tras las aparentes insignificancias del orden cotidiano: los nombres que llevamos nos dicen más de lo que creemos sobre nosotros mismos y sobre los demás. El nombre, más que otra cosa, es destino, dice, parafraseando a reconocidos psicoanalistas que han aplicado ese atributo a otros determinantes: la infancia, el medio social, el lugar de nacimiento. “¿Conocen ustedes una María que no sea coqueta?, ¿una Patricia sin carácter?, ¿un Héctor que no se sienta con frecuencia injustamente perseguido? Todos compartimos con nuestros compañeros de nombre ciertos rasgos que no es difícil descubrir.”
luis zapatahttp://www.blogger.com/profile/02037643566997628335noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3684785444757048638.post-73525969733905892902014-07-27T16:06:00.001-07:002014-07-27T16:08:10.359-07:00Un fragmento de "Escena y farsa es la vida", que acaba de aparecer en La Ratona Cartonera<style>
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<div class="IVAN" style="line-height: 200%;">
<span lang="ES" style="font-family: "Times New Roman";">1.
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">La invitación</i></span></div>
<div class="IVAN" style="line-height: 200%;">
<span lang="ES" style="font-family: "Times New Roman";">Cuando
recibí la invitación, dos cosas me inquietaron: ¿cómo me había llegado?, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">¿para qué?</i> </span></div>
<div class="IVAN" style="line-height: 200%;">
<span lang="ES" style="font-family: "Times New Roman";">Hasta
el momento, no había tenido nada que ver con los círculos esotéricos que
empiezan a abundar en esta ciudad, ni siquiera con los de pretensiones más o
menos científicas: homeópatas, yerberos, quiroprácticos, magnetizadores y un
largo etcétera de terapeutas y pseudoprofesionistas dedicados a curar con los
así llamados métodos alternativos.</span></div>
<div class="IVAN" style="line-height: 200%;">
<span lang="ES" style="font-family: "Times New Roman";">Siempre
me había mantenido alejado de ellos, decía, no tanto porque no los necesitara,
pues algunas temporadas he sido hipocondriaco, sino por cierta desconfianza
ante la moda surgida en países capaces de banalizar y darle un giro hacia la
búsqueda de poder a la disciplina más milenaria y carente de propósitos.</span></div>
<div class="IVAN" style="line-height: 200%;">
<span lang="ES" style="font-family: "Times New Roman";">¿Cómo,
pues, habían conseguido mi dirección? ¿Alguien me había <i style="mso-bidi-font-style: normal;">recomendado</i>? (o, mejor dicho —nótese la sutileza—, ¿<i style="mso-bidi-font-style: normal;">alguien</i> me había recomendado?). Quizá me
conocen, pensé, por mis colaboraciones en uno de los diarios más prestigiosos
de la localidad, que, dicho sea de paso, ni son tantos ni son tan prestigiosos.
Pero, en ese caso, ¿por qué no me llegó la invitación directamente al
periódico?</span></div>
<div class="IVAN" style="line-height: 200%;">
<span lang="ES" style="font-family: "Times New Roman";">Aún
sin haber resuelto el ¿cómo?, me di cuenta de que me inquietaba todavía más el
¿para qué?</span></div>
<div class="IVAN" style="line-height: 200%;">
<span lang="ES" style="font-family: "Times New Roman";">No
había pasado mucho tiempo cuando reparé en que esta pregunta llevaba implícita
una inquietud, si no mística, al menos trascendentalista: la invitación me
había llegado <i style="mso-bidi-font-style: normal;">por algo</i>: ¿era yo acaso
uno de los elegidos de esa nueva religión, secta, método cognoscitivo o lo que
fuera?</span></div>
<div class="IVAN" style="line-height: 200%;">
<span lang="ES" style="font-family: "Times New Roman";">Sentí
un ligero nerviosismo, no exento de entusiasmo y de cierto rechazo: “No me
interesa”, pensé; “pasemos a otra cosa”, y traté de olvidar el asunto. Lo
conseguí, debo añadir.</span></div>
<div class="IVAN" style="line-height: 200%;">
<span lang="ES" style="font-family: "Times New Roman";">Pero
hace unas horas, a punto de arrojar el sobre a la basura, consideré la
posibilidad, no remota, de que hubieran tomado al azar mi nombre y dirección.
Del directorio telefónico, por ejemplo. Eso me tranquilizó. Si no se me había
enviado específicamente a mí, podía permitirme cualquier reacción: desde el
escepticismo de la duda hasta la excitación de la esperanza. Nada me impediría
ir a la conferencia en calidad de curioso; nada, tampoco, me forzaría a tener
que escucharla hasta el final, ni, mucho menos, a comprometer mi punto de
vista, que no pocos consideran incorruptible. Podía incluso burlarme, sonreír
sarcásticamente, toser, o no prestar la suficiente atención si no me
interesaba. O escribir un artículo sobre la proliferación, en estos
provincianos ámbitos, de métodos heterodoxos para aliviar el cuerpo y limar las
asperezas del alma. Temores apocalípticos. Desesperanza. Desmoronamiento de las
utopías. Derrumbe de los sistemas. Pérdida de valores. Descomposición.
Necesidad inherente al ser humano de. Empecé a pergeñar algunas notas, y tomé
la decisión (o volví a tomarla) de asistir.</span></div>
<div class="IVAN" style="line-height: 200%;">
<span lang="ES" style="font-family: "Times New Roman";">En
la portadilla de la invitación, venía el logotipo y el nombre, en náhuatl, de
la asociación civil que patrocinaba la conferencia. Adentro, el título: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Cómo formar parte de un nuevo orden de cosas</i>,
el nombre de la conferencista (seguramente un seudónimo –tan inverosímil
resultaba), y la fecha, la hora y el lugar en que se llevaría a cabo: hoy,
aquí, dentro de poco tiempo. En lo que podría llamarse la contraportadilla,
había un detallado currículum: diplomados en varios cursos y disciplinas,
seminarios en algunos países europeos y americanos, y varios libros de éxito,
ya traducidos a otras lenguas: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Manual de
supervivencia para recuperados</i>, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Sea
usted su propio gurú</i> y <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El orden
trascendente de las cosas</i>, que se anuncia como el más reciente y que, por
el título de la charla, debe ser el que está promoviendo actualmente. “Por lo
menos una improvisada no es”, pensé.</span></div>
<div class="IVAN" style="line-height: 200%;">
<span lang="ES" style="font-family: "Times New Roman";">Me
bañé, me puse un poco de loción, me vestí, tomé mi libreta de notas, y salí.</span></div>
<div class="IVAN" style="line-height: 200%;">
<br /></div>
<span lang="ES" style="font-family: "Times New Roman"; font-size: 12.0pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-size: 10.0pt; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;"><br clear="all" style="mso-special-character: line-break; page-break-before: always;" />
</span>
luis zapatahttp://www.blogger.com/profile/02037643566997628335noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3684785444757048638.post-660262981288276642014-07-16T07:06:00.000-07:002014-07-16T07:06:14.435-07:00Otro fragmento de Como sombras y sueños
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<br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD">Orlando Barreto escribe, escribirá después, cuando ya esté un poco
recuperado de su depresión, cuando ya haya avanzado bastante en el libro que
escribe, que está escribiendo, que ya casi termina de escribir, o que quién
sabe si termine pronto de escribir sobre la depresión y otros males
relacionados o no con la susodicha enfermedad:</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD">El tiempo que no escribo es un tiempo que no vivo</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD">El tiempo que no escribo es un tiempo que no avanza, que sólo se
consume a sí mismo</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD">El tiempo que no escribo es un tiempo que no existe</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD">No quiero sonar pretencioso, ni atribuir a mi escritura méritos
que no tiene</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD">Sé que mis palabras no van a perdurar, que su único valor es el de
las palabras dichas por necesidad, o, mejor, el de las palabras pronunciadas en
conversaciones ociosas, sólo para no quedarse callado</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<br /></div>
<h2>
<span lang="ES-TRAD">Novedad</span></h2>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD">Sí, únicamente la ansiedad, el fastidio, la frustración, la
vergüenza y la tristeza pueblan los días de Orlando Barreto. ¿Por qué entonces
teme la irrupción de la novedad? Quizá porque esa novedad sólo puede ser algo
peor, algo que añada incomodidad o que convierta la ansiedad en angustia, el
fastidio en desesperación.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD">31</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD">Orlando Barreto escribió, escribe, escribirá después, en ese
hipotético tiempo en que su depresión ha cedido un poco y progresa su libro
sobre los sombríos malestares que lo aquejan:</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD">Escribo para no quedarme callado, no porque crea que la escritura
me puede salvar, ya no</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD">No porque crea que la escritura dé algún sentido a mi vida, ya no</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD">No porque crea que la escritura me sirva, ya no</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD">No porque me divierta, me excite, me consuele, me entristezca o me
calme, ya no</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD">Escribo porque no se me ocurre qué otra cosa hacer</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<br /></div>
luis zapatahttp://www.blogger.com/profile/02037643566997628335noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3684785444757048638.post-1837248628901968262014-07-13T06:31:00.001-07:002014-07-13T06:31:37.282-07:00Un fragmento más de Como sombras y sueños
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<br />
<h2>
<span lang="ES-TRAD"> </span></h2>
<h2>
<span lang="ES-TRAD">Términos</span></h2>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD">Orlando Barreto experimenta cierta dificultad para hablar de su
depresión, en parte porque el tema le duele o lo avergüenza, como un delito cometido
con plena conciencia, y en parte por una especie de cuestión técnica: ¿qué
términos debe utilizar para referirse a ella? Si dice “Estoy pasando por una
depresión”, parecería que la depresión está ahí, ya estaba ahí, seguirá estando
ahí, como una masa informe y estática, y que Barreto no hace más que cruzarla:
un banco de niebla pegajosa y deletérea sobre la carretera. Si dice “Una
depresión está pasando por mí”, podría pensarse que la susodicha depre
atraviesa a Barreto, que tiene un carácter transitorio y que su fin es casi
inminente (y la expresión no deja de tener un tono rebuscado, más propio de las
adivinanzas: agua pasó por mi casa...). “Estoy sufriendo una depresión” traduce
de manera adecuada lo que siente Barreto, pero lo hace ver como una víctima, y
no hay cosa que le desagrade más. Decir simplemente “Estoy enfermo”, más que
cortarla, abre la puerta a la conversación, pues siempre habrá que contestar a
la pregunta del interlocutor: “¿De qué?” Y cuando Orlando Barreto responda “De
depresión”, el otro, que se había alarmado al saber enfermo a Orlando,
seguramente banalizará su padecimiento, no lo considerará una enfermedad,
tratará de hacerle ver que puede salir adelante por puritita fuerza de
voluntad, por purititas ganas de vivir, o le dirá que ahora hay muy buenos
medicamentos (¡como si él no lo supiera! –el único problema es que en él no
parecen surtir efecto). Hasta el momento, la mejor manera que ha encontrado
para referir la enfermedad que padece es “Estoy viviendo una depresión”, que funciona
mejor por escrito, desde luego, y no tanto en la conversación oral, poco amiga
de las frases contundentes. Por lo demás, si Orlando Barreto le dijera “Estoy
viviendo una depresión” a uno de sus ingeniosillos amigos, éste podría
contestarle “¿Y a eso llamas vivir?” Todo es complicado cuando de hablar se
trata.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span><span style="mso-tab-count: 1;"> </span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD">25</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD">Y sí, dejé de fumar</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD">Y sí, cumplí mi palabra</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD">¡No lo hubiera hecho!</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<br /></div>
luis zapatahttp://www.blogger.com/profile/02037643566997628335noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3684785444757048638.post-43293308081852714842014-07-09T07:45:00.001-07:002014-07-09T07:45:52.821-07:00Algunos aforismos y desafueros de Zenobio Zamudio, protagonista de Autobiografía póstuma
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<br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: "Microsoft Sans Serif";">No sé si tengo talento para
escribir. Lo que sí tengo es talante. Aunque no siempre.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: "Microsoft Sans Serif";">Le debo a la escritura auténticas
horas, años, de regocijo. Quizás está de más decirlo: si uno no lo disfrutara,
estaría haciendo otra cosa, o andaría nada más viviendo: pero ¡qué pobre vida
la que nada más se emplea en vivir!</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: "Microsoft Sans Serif";">Los escritores generalmente no
leemos: estamos demasiado ocupados, cuando no ganándonos la vida para mal
comer, escribiendo.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: "Microsoft Sans Serif";">Si me preguntaran en alguna
entrevista mi opinión sobre los escritores contemporáneos, contestaría que mi
formación es muy deficiente y que los desconozco: apenas voy en el
Renacimiento.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: "Microsoft Sans Serif";">No puedo preocuparme por el mañana,
porque ni siquiera sé si tendré un mañana.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: "Microsoft Sans Serif";">La cortesía es la elegancia de los
pobres (y, por lo demás, de los ricos). </span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: "Microsoft Sans Serif";">La vida es mejor con un libro que
leer; y todavía mejor, con un libro que escribir.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: "Microsoft Sans Serif";">El poder corrompe, así sea el de un
empleado tras una ventanilla, el de una cajera tras un mostrador, el de
cualquier funcionarillo de cultura.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: "Microsoft Sans Serif";">La fe es un tesoro, acaso el más
grande. El que la tenga, que no la ostente: es de mal gusto, como ostentar las
riquezas.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: "Microsoft Sans Serif";">¿Qué vuelve clásico a un clásico?
Quizá sólo la capacidad de resistir al paso del tiempo. Pero si en la
literatura, un arte de la permanencia, hacen falta por lo menos cien años para
hacer de un autor un clásico, en el cine, un arte de la velocidad, bastan
veinte años para consolidar el prestigio de un director. Así, podemos llamar
clásicos a Fellini, Visconti y Pasolini (¿qué tendrán los italianos, que son
tan propensos a la genialidad?), pero ahora también a Fassbinder, a Herzog, a
Schroeder (¿qué tendrán los alemanes...?). El resto, que se lo coma el tiempo,
ese devorador de famas (y, por lo demás, también de cronopios, como dijera el
buen Cortázar).</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: "Microsoft Sans Serif";">El que espera, desespera; pero más
desespera el que no espera nada.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: "Microsoft Sans Serif";">Hay mucha competencia entre los
críticos literarios: siempre está uno tratando de demostrar que puede ser más
bruto que el otro. (No me refiero, desde luego, a los que escriben <i>ensayos </i>sobre
libros, sino sólo a los reseñistas, que tienden, como todos los tontos, a
sobrevalorarse.)</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: "Microsoft Sans Serif";">Puedo vivir con limitaciones
económicas, incluso en la extrema penuria, pero gracias a la literatura, puedo
vivir al mismo tiempo en la suntuosa corte de los Médicis, y conocer el lujo y
la belleza con mayor detalle que si estuviera ahí. ¿Quién que no haya leído <i>Bomarzo</i>,
del buen Mujica Lainez, podría saber cómo se vive realmente en los palacios?
¿Quién que no lea puede entrar en contacto con el verdadero esplendor? Apenas
tienen atisbos de lo que consideran elegante, como el repartidor de pizzas que
echa una mirada furtiva a la casa del nuevo rico donde entrega su mercancía. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: "Microsoft Sans Serif";">Pocas veces me han entrevistado,
pero en esas ocasiones he sufrido la humillación de tener que explicar, y hasta
justificar, mi propia obra. No obstante, también les he infligido a los
reporteros una pequeña, inocente afrenta: la de salirme por la tangente. Así,
ante una pregunta sobre el tema o la trama, he respondido con consideraciones
formales, y ellos ni cuenta se han dado. (Pero, entonces, ¿cómo puedo pensar en
haberme vengado?)</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: "Microsoft Sans Serif";">Como amigo, suelo ser bueno; como
enemigo, soy feroz: no les hago el menor caso a mis adversarios.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: "Microsoft Sans Serif";">Freud is a fraud (y si ya lo dijo
alguien antes –cosa que no dudo–, perdón: los lugares comunes son
irresistibles).</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: "Microsoft Sans Serif";">Dicen que, como la muerte, la
escritura es una actividad en la que se está solo. Yo no: me acompaña casi
siempre Chaikovski.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: "Microsoft Sans Serif";">De todos los escritores que he
leído, guardo excelentes recuerdos. Pero los más gratos son los de los
escritores que me han hecho reír: se me figuran amantes que, además de su
cariño, me han dado regalos costosos. Pienso en Rabelais, en Fielding, en
Sterne, en Voltaire, en Diderot, en Thackeray, en Quevedo, en Chaucer, en Boccaccio,
en el Arcipreste de Hita, pero también en los anónimos autores de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Las mil y una noches</i> y en los no siempre
anónimos autores de fabliaux y otros relatos medievales. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: "Microsoft Sans Serif";">Como uno de los muchos dublineses
casi anónimos de Joyce, llegó un momento en que me di cuenta de que era inútil
luchar contra la suerte.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: "Microsoft Sans Serif";">Siempre tuve el gusanillo de dirigir
cine, aunque para gusanillos, los que algún día invadirán mi cuerpecillo.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: "Microsoft Sans Serif";">¿Otra ventaja de leer a los
clásicos? Que los podemos saquear impunemente: citarlos in extenso, adaptarlos
a otros medios, imitarlos, plagiarlos, inspirarnos en ellos, traducirlos sin
pagarles regalías, etcétera, y ninguno de esos dadivosos amigos nos va a
demandar. (¿Y si algún crítico nos cacha en la movida? Vana preocupación: los
críticos <i>no leen a los clásicos</i>: están demasiado ocupados hojeando –que
no leyendo– las novedades literarias para escribir –bueno, es un decir– sus
reseñas.)</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: "Microsoft Sans Serif";">No sólo nos volvemos misántropos con
el paso del tiempo y toda la gente empieza a caernos gorda; también a todo el
mundo le da por detestarnos.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: "Microsoft Sans Serif";">A Borges le hizo bien la ceguera: lo
volvió un clásico, no sólo porque lo emparentó con Homero, sino porque depuró
su estilo. Basta comparar la prosa de sus cuentos tempranos (acaso verbosa),
que seguramente escribió y leyó y releyó para corregirla, con la nítida prosa
de sus últimos textos, que no tuvo más remedio que dictar. Todos salimos
ganando.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 24.0pt; text-align: justify;">
<br /></div>
luis zapatahttp://www.blogger.com/profile/02037643566997628335noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3684785444757048638.post-5562010270136907132014-07-08T10:33:00.000-07:002014-07-08T10:33:17.622-07:00Un cuento de Siete noches junto al mar
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<br />
<div class="IVAN">
<br /></div>
<div class="IVAN">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span lang="ES" style="font-size: 9.0pt;">Monona y los hombres</span></b><span lang="ES"></span></div>
<div class="IVAN">
<br /></div>
<div class="IVAN">
<span lang="ES">La última vez que fue Monona a Veracruz, hará unos
tres meses, se ligó a un chavito como de veinte años de ahí del puerto. No muy
guapo, pero tenía, como era de esperarse, el atractivo de la carne fresca: le
gustó más bien por chacalón y porque pensó que le iba a salir muy cumplidor: se
veía que el fuego corría por sus tropicales venas: era de esas gentes que
parecen pura cachondería: moreno, con los músculos duros de tanto ir al
gimnasio y con una venita que le latía de repente en las sienes, y quizá con un
barrito o dos de calentura en la cara. Dice Monona que cuando lo conoció, luego
luego pensó que era medio chichifillo, porque traía unos jeans italianos y una
playera de marca, que seguramente le habían regalado, o más bien se los habían
dado en pago a sus ardorosos favores, pues se veía a leguas que no tenía ni un
quinto, y, por supuesto, que tampoco era quinto, aunque él se las quería dar de
muy decente: pobre pero honrado. Y Monona, que tiene un ojo clínico fuera de
serie, de inmediato le colgó la etiqueta de vividorcillo. Dice que nomás se
agarró la cartera y pensó “¡A ver cómo nos va!”</span></div>
<div class="IVAN">
<span lang="ES">Pero como Monona es muy caliente y además ya no se
cuece al primer hervor, dice que se resignó y que lo invitó a su mesa, y ya se
puso muy quitada de la pena a platicar con él: hasta cruzó las piernas y
encendió su cigarrito... Bueno, Monona es hombre, ¿eh? No vayan a pensar que es
una chava.<span style="mso-spacerun: yes;">
</span></span></div>
<div class="henry">
<span lang="ES">—Ya me imaginaba yo.</span></div>
<div class="IVAN">
<span lang="ES">—Lo que pasa es que siempre se refiere uno a Monona
en femenino. Ya es tradición.</span></div>
<div class="IVAN">
<span lang="ES">Les decía que Monona empezó a platicar con el
chavo, y éste le dijo que era hijo de familia y que estudiaba en Jalapa, pero
que había tenido que interrumpir sus estudios por falta de dinero. Y que era de
esos que aún creen en el amor, como Roberto Carlos. Dice Monona que, a pesar de
que el chavo le pareció medio lángaro y de que nunca le creyó mucho su rollo,
de todas maneras le gustó: tenía la gracia de la juventud. Incluso al principio
el hecho de que quisiera engañarla le cayó bien: se le figuraba uno de esos
personajes de novela francesa que se la pasan tomándole el pelo a todo el mundo
con una sonrisa en los labios. Monona la Leída. </span></div>
<div class="IVAN">
<span lang="ES">Así, pues, sin mayores problemas, Monona aceptó su
papel de sugardaddy, y a partir de ese momento, le empezó a pagar todo: las
copas, la cena, el hotel, el desayuno: todo.</span></div>
<div class="IVAN">
<span lang="ES">Dos días estuvieron en Veracruz, y al tercer día,
se fueron a Papantla y al Tajín, pues hacía mucho tiempo que Monona no iba, y
Miguel Ángel, que así se llamaba el chavo, creo que ni siquiera conocía. Por
cierto que dice Monona que Papantla se le figuró Lisboa, sólo que en más chico
y con más calor. Monona la Viajada.</span></div>
<div class="IVAN">
<span lang="ES">El chavo, por cierto, le salió muy bueno en la
cama. Dice Monona que estaba bastante bien dotado, aunque sin llegar a
proporciones escandalosas, y que sabía moverse con suma habilidad. En pocas
palabras, le daba a Monona por todos lados cuando se la cogía, y tenía un
instinto muy desarrollado para acoplarse a las necesidades del cliente, en este
caso la no siempre ponderada Monona: aceleraba el ritmo de sus embates para
llevarlo hasta el paroxismo, o bien lo disminuía hasta provocar en Monona esa
placentera exasperación propia del que tiene que esperar para que su deseo sea
satisfecho.</span></div>
<div class="IVAN">
<span lang="ES">El único pero era que a la hora de pedirle que se
volteara, porque a veces le da a Monona por ser activa, ¡quién lo dijera!,
Miguel Ángel se rehusaba: decía que nunca lo había hecho, que tenía miedo, que
le iba a doler. Total, Monona lo dejó en paz y se entregó por completo a la
molicie de los placeres pasivos: Monona la Glotona. Eso sí, dice que dormía
como los gángsters, sólo que ella, en lugar de poner la pistola bajo la
almohada, guardaba la cartera.</span></div>
<div class="IVAN">
<span lang="ES">El plan de Monona era regresarse a México por la
otra ruta, la que pasa por Tulancingo, y mandar de regreso al novio a Veracruz.
Pero Miguel Angel le empezó a decir que se quería ir con él, que se sentía muy
a gusto en su compañía y que creía que se estaba enamorando de él. Y Monona,
entre que no le creía pero de repente le quería creer, se lo llevó con él a
México.</span></div>
<div class="IVAN">
<span lang="ES">Pasó una semana, dos. Monona lo llevó al teatro, a
los museos; dice que se aburría muchísimo el chavo en los museos; lo llevó a
Reino Aventura, porque quería conocer; a comer fuera varias veces. Dice Monona
que a Miguel Ángel le impresionó mucho un restorancito italiano de esos que hay
a pasto en la colonia Condesa, que se le hizo un lugar muy bonito y elegante.
Monona dio gracias a Dios, pues ya no lo tuvo que llevar a lugares más caros
para apantallarlo. ¡Ah!, también hizo una reunioncita para que lo conociéramos
sus amistades. Monona se veía de lo más satisfecha: ¡hasta le brillaban los
cachetes de felicidad! ¿O será que se había puesto demasiada crema humectante?
El caso es que ahí fue cuando nos dimos cuenta de que Miguel Ángel no tenía más
gracia que la que se dijo y de que le estaba sacando a Monona todo lo que
podía, y Mo se lo daba sin protestar: ya hasta le había comprado ropa y
zapatos...</span></div>
<div class="IVAN">
<span lang="ES">Me acuerdo que después de esa reunión hablamos
Monona y yo por teléfono, y me dijo que estaba muy contenta con el cuate. “Qué
bueno, Monis”, le dije yo, “¿y cuánto has gastado?” “Ay, pues para eso es el
dinero, ¿no?” “Sí, pero ¿cuánto has gastado?” “Pues... como cinco mil pesos.”
“¿Y cuántas veces te has acostado con él?” “Unas... ocho, o diez.” “Uy”, le
digo yo, “entonces cada palo te ha salido en quinientos pesos”, le digo. “No,
porque también he gastado en mí”, dice Monona, defendiéndose. “Bueno, ¿te
parece bien trescientos por palo?” “¡Ash!”, nomás dijo Monona, aunque no estaba
hablando en inglés.</span></div>
<div class="IVAN">
<span lang="ES">Yo de todas maneras pensé que había gastado más:
pues si llevaba ahí dos semanas el cuate, y diario salían y todo... Digo, le
estaba costando cara su historia de amor. Y Miguel Ángel ya se sentía dueño no
sólo del corazón de Mo, sino también de sus finanzas, pues hasta le llegó a
pedir una extensión de su tarjeta de crédito. Monona, desde luego, se negó: una
cosa es darle regalitos al chichifo, y otra muy distinta otorgarle pleno poder
para que disponga de tu lana.</span></div>
<div class="Luca">
<span lang="ES">—¡Claro!</span></div>
<div class="IVAN">
<span lang="ES">—Y además Monona poco a poco se fue desencantando
de Miguel Ángel, pues no le veía mucho futuro a esa relación, y no tenía nada
en común con él, aparte de las embestidas de que era objeto.</span></div>
<div class="IVAN">
<span lang="ES">Pero este Miguel Ángel, al ver que sus bonos iban
bajando como un mousse mal hecho, o como un merengue no lo suficientemente bien
batido, se empezó a mostrar más dócil con doña Mo, en un intento medio
desesperado de no perder terreno: que siempre sí le concedía el usufructo de
sus músculos glúteos, pues, porque lo quería mucho. Y Monona, desde luego, se
lo cogió. Dice que el chichifo primero como que todavía se resistía un poco y
decía lo que decimos todos cuando nos queremos hacer de la boca chiquita, o del
culo estrechito, pues: “¡Ay, me está doliendo! Espérate, no te muevas.” Pero
después ¡aullaba del placer! Nunca lo había visto Monona tan enloquecido como
en ese momento en que se la estaba retacando: mordía la almohada, pedía más,
buscaba nuevas posiciones, ¡fascinado el chichifo! Por nada del mundo quería
soltar la verga de Monona. Bueno, en realidad yo creo que lo que no quería
soltar era la posición que había alcanzado, las ventajas materiales que estaba
obteniendo y que aún esperaba obtener.</span></div>
<div class="IVAN">
<span lang="ES">Total, su numerito surtió efecto y como que Monona
se entregó con nuevos bríos a esa relación que ahora era de ida y vuelta. ¡Y
Monona contentísima! Ya hasta había pensado en inscribirlo en una escuela de
computación para que estudiara algún cursillo o algo. Bueno, pero esto de la
escuela debo decirles que no era tanto porque a Monona le preocupara el futuro
de Miguel Ángel. Lo que le preocupaba principalmente era que el chavo se quedara
todas las mañanas solo en su casa mientras Mo se iba a trabajar. Dice que
siempre estaba con el temor de encontrarse la casa vacía al regresar, o por lo
menos sin los aparatos y todas esas cosas que se pueden sacar rápidamente y sin
necesidad de camión de mudanzas.</span></div>
<div class="IVAN">
<span lang="ES">Pero Monona, que no tiene un pelo de tonta, se puso
a reflexionar antes de que fuera demasiado tarde o de que cometiera más
estupideces. Dice que se fue a un Sanborns, pidió un cafecito, encendió su
cigarrito, cruzó la pierna y apoyó su carita de ilusión en la mano que le
dejaba libre el cigarro. “A ver, Monona”, se dijo, como si no fuera él mismo el
que se estuviera interpelando, sino un hipotético psicoanalista, “¿de veras
piensas que este muchacho está enamorado de ti y va a seguir contigo toda la
vida?” Dice que inmediatamente se contestó “Ay, oye, pues si no soy pendeja.” Y
luego le preguntó su interlocutor imaginario “¿Y tú estás enamorada de él?”
“Tampoco: nada más es la calentura.” “¿Y cuánto tiempo te va a durar la
calentura?” “¡Ay, yo qué sé!” Pero dice que en ese momento se dio cuenta de que
ya había saciado, al menos en parte, sus bajos instintos y se le empezó a
ocurrir una buena solución para todos, y se fue a su casa de lo más feliz, no
sin antes terminarse su cafecito y pagar la cuenta.</span></div>
<div class="IVAN">
<span lang="ES">Llegó a su casa, habló seriamente con Miguel Ángel,
le dijo que ya no podía seguir ahí, y éste empezó a hacer pucheros y por último
se soltó a llorar como para chantajearlo. Pero dice que en cuanto le planteó al
chavo la solución que se le había ocurrido, le brillaron los ojitos y se calmó
un poco.</span></div>
<div class="Luca">
<span lang="ES">—Bueno, es que a lo mejor le brillaron porque había
estado llorando: qué crueldad, ¡qué bárbaros!</span></div>
<div class="IVAN">
<span lang="ES">—Puede ser. Bueno, total, el plan que había urdido
Monona era el siguiente: como él ya no quería hacerse cargo de Miguel Ángel, y
como éste se negaba a regresarse a su cuatro veces heroico puerto natal, la
única posibilidad que le quedaba al chavo era cambiar el objeto de su pasión,
es decir, desenamorarse de Monona y enamorarse de otro que estuviera en condiciones
y con ganas de mantenerlo: alguien que no tuviera pareja, que gozara de una
situación económica estable, por lo tanto alguien de edad si no provecta, por
lo menos avanzada o mediana, y que estuviera dispuesto a darle una educación o
a protegerlo.</span></div>
<div class="IVAN">
<span lang="ES">¿Creerán que la muy cínica de Monona me lo fue a
ofrecer a mí? “Ay, mira, yo afortunadamente todavía no tengo que pagar para que
me empujen la solitaria”, le dije. “No me vengas con escrúpulos de esa índole”,
dice Monona, “que no te la creo.” “No son escrúpulos”, le digo, “lo que pasa es
que yo todavía tengo mi pegue, aunque, claro, alguna que otra vez, y estas son
más bien las excepciones que confirman la regla, he tenido que pagar cuando la
ocasión lo ha requerido. Pero de eso a volverlo una costumbre, pues no, ni
muerta.” “Allá tú: conste que te hice la oferta primero a ti.” “Bueno”, le
digo, “además ni me gusta el tal Miguel Ángel. Si me gustara, a lo mejor
reconsideraría mis posiciones.”</span></div>
<div class="IVAN">
<span lang="ES">Tanto estuvo duro y dale Monona con querer colocar
al chichifo, que al fin lo logró, y se lo pasó a su primo Hugo, mejor conocido
como Huguette: ya llevan juntos más de un mes. Y todos felices, pues se
resolvió el problema de una manera muy civilizada y para la mejor satisfacción
de todos. Y Miguel Ángel finalmente <i style="mso-bidi-font-style: normal;">sí</i>
se metió a estudiar. Creo que hasta hizo una buena obra Monona, porque lo dejó
en mejores manos. Monona después de todo, como su nombre lo indica, es muy
inconstante y veleidosa. Huguette, en cambio, está fascinado con ese
matrimonio.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span></span></div>
<div class="Luca">
<span lang="ES">—Pues a ver cuánto le dura.</span></div>
<div class="IVAN">
<span lang="ES">—Bueno, durará lo que tenga que durar. Si tampoco
las relaciones en las que está ausente el dinero tienen asegurada la felicidad
eterna.</span></div>
<div class="IVAN">
<span lang="ES">Por otra parte, Miguel Ángel aprendió la lección, y
si Huguette lo manda a volar, ya sabe cuál es el siguiente paso que tiene que
dar. Si, no se crean, la vida picaresca a veces tiene su lado bueno. Claro,
cuando se enfrentan las cosas directamente y se les llama por su nombre: si el
chichifo no hubiera aprovechado la oportunidad que le ofrecía Monona y se
hubiera puesto necio con que estaba muy enamorado de Mo, tal vez no habría
iniciado su carrera de modo tan prometedor.</span><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span lang="ES" style="font-size: 9.0pt;"></span></b></div>
<div class="Nelly">
<span lang="ES">—Y ahorita estaría de regreso en Veracruz, con la
cola entre las patas.</span></div>
<div class="IVAN">
<span lang="ES">—Ajá... Fíjense que ahorita me acordé... ¿Se vale
repetir?</span></div>
<div class="Luca">
<span lang="ES">—Nomás que le toque a Nidia, Ivancito. Ya se sabe
que eres todo un caballero.</span></div>
<div class="IVAN">
<br /></div>
luis zapatahttp://www.blogger.com/profile/02037643566997628335noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3684785444757048638.post-1831544039758418652014-07-05T16:56:00.002-07:002014-07-05T16:56:10.108-07:00<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://3.bp.blogspot.com/-fzkkrr7EleU/U7iQiK0uc8I/AAAAAAAAAP0/aMFEd9UYQMw/s1600/DSCN0153.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://3.bp.blogspot.com/-fzkkrr7EleU/U7iQiK0uc8I/AAAAAAAAAP0/aMFEd9UYQMw/s1600/DSCN0153.JPG" height="240" width="320" /></a></div>
<br />luis zapatahttp://www.blogger.com/profile/02037643566997628335noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3684785444757048638.post-81842635233867927932014-07-05T16:48:00.000-07:002014-07-05T16:48:36.242-07:00Un fragmento más de Como sombras y sueños
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<br />
<h2>
<span lang="ES-TRAD">Del lado de allá</span><span lang="ES-TRAD" style="font-weight: normal;"></span></h2>
<div class="MsoBodyText">
<span lang="ES-TRAD">Orlando Barreto observa con frecuencia,
con angustia, con tristeza que cada vez son más sus amigos y familiares que han
muerto. Pero ¿podría ser de otra manera? No, claro: ni modo que cada vez fueran
menos.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD">En su juventud, las noticias de que alguien moría llegaban a él
sólo esporádicamente, y nunca, o casi nunca, los muertos eran de su edad: sabía
de algún profesor, de algún amigo de sus padres, de algún familiar lejano. Pero
sus amigos, sus hermanos, sus primos y tíos, sus padres, por alguna razón
afortunada e inexplicable siempre quedaban a salvo. Después, insensiblemente,
empezaron a multiplicarse los decesos de personas cercanas, cada vez más
cercanas. Y ahora, ¡qué moridero! Parecería que la gente no se cansa de
morirse.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD">Orlando Barreto piensa en ocasiones (aunque quién sabe si con exactitud)
que en este momento tiene más seres queridos muertos que vivos: algunos de los
amigos con quienes más se divertía ya están de aquel lado; también algunos de
los amigos en los que más confiaba, y su madre, y algunos tíos, y el cuate con
el que vivió una de sus relaciones más duraderas, y muchos noviecillos y
amantes de una sola ocasión... Si se juntan todos para esperar a Orlando
Barreto cuando muera, ¡qué nutrida comitiva lo estará recibiendo!</span></div>
luis zapatahttp://www.blogger.com/profile/02037643566997628335noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3684785444757048638.post-1264389875517962202013-11-11T09:04:00.001-08:002013-11-11T09:04:27.628-08:00El inicio de "Como sombras y sueños", de próxima publicación
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<br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
1</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Orlando Barreto
escribe:</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Escribo</div>
<h2>
</h2>
<h2>
Depresión<span style="font-weight: normal;"></span></h2>
<div class="MsoBodyText">
Otra vez, inesperada pero siempre temida, llega la
depresión a la vida de Orlando Barreto. Los primeros días, quizá semanas, sólo
se manifiesta por medio de un ligero cansancio que no llega a ser alarmante:
Orlando Barreto tiene más ganas de dormir, y busca la cama para hacer pequeñas
y reparadoras siestas. Se dice que está recuperándose de la anterior temporada
en que anduvo activo, entusiasta, acaso eufórico. Así es esto de la energía, se
dice; es normal, son rachas, no se puede estar todo el tiempo arriba. Pero la
verdad es que el sueño a veces se vuelve inoportuno, y Orlando Barreto cabecea
incluso cuando se sienta a la mesa para comer (¿o eso fue antes?, sí, eso fue
antes, durante los últimos días de la temporada activa/entusiasta/eufórica:
mientras Orlando Barreto se movía, todo estaba bien, pero bastaba con que se
sentara en una silla, en el asiento de un coche –afortunadamente él no maneja–,
en el sillón de una sala en una fiesta, para que el sueño se apoderara de él,
como si tuviera narcolepsia). Luego, la necesidad de sueño va en aumento, y ya
no son suficientes las pequeñas siestas y los cabeceos: duerme una o dos horas
en la mañana, una o dos horas en la tarde. Aún piensa que está reponiéndose y
que pronto pasará esa etapa. Pero no pasa, y viene entonces el desaliento, las
preguntas sobre el sentido de su vida, esas preguntas que no tienen respuesta,
o sólo una respuesta que él no quiere oír, ¿o sí?, ¿sí quiere? A veces
parecería que se complace en ese discurso derrotista en que sobresale con
frecuencia la palabra “fracaso”: ¿qué ha hecho con su vida?, ¿de qué han
servido tantos años? Después viene el miedo (aunque no está seguro de que
aparezca en ese orden: quizá primero viene el miedo y luego el desaliento, o
quizá vienen juntos), el miedo a todo, y vienen los achaques, la obsesiva
incomodidad de las molestias físicas, y la sensación de torpeza, de estupidez,
y Orlando Barreto ya no quiere salir de su casa, donde no está a gusto, pero al
menos se siente libre de amenazas, o de amenazas mayores. Y viene la zozobra. Y
la angustia ya no se va. Y el deseo sexual desaparece. Y nada le produce
alegría. Y el sueño se vuelve la actividad compensatoria por excelencia. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
2</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Orlando Barreto
escribe:</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
No puedo
escribir</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<h2>
Pregunta</h2>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Cada día, se
pregunta si podrá enfrentar las horas que tiene por delante. ¿Las horas? Quizá
las semanas, quizá los meses. Se lo pregunta a sí mismo, se lo pregunta a Dios.
Una palabra basta: ¿podré?</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<br /></div>
luis zapatahttp://www.blogger.com/profile/02037643566997628335noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3684785444757048638.post-36856295766566488572013-11-01T09:35:00.001-07:002013-11-01T09:35:13.368-07:00Algunos highlights de mi vida como gay
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<br />
<h1>
<br /></h1>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
1. Celebremos,
señores, con gusto, cantaba Pedro Infante. Pues sí, es tiempo de celebrar:
nunca nos había ido tan bien a los gays como ahora: ya nos podemos casar, los
que queramos, al menos en el DF; ya podemos andar de la mano con otro hombre y
besarlo en la calle, aunque sólo en algunas calles de la ciudad de México; ya
podemos ampararnos bajo las leyes contra la discriminación; cada vez tenemos
más presencia en el cine y en las series de televisión, ahora mediante
personajes menos esquemáticos; ya nos protegen las comisiones de derechos
humanos; los activistas gays son (siempre han sido) empeñosos, combativos,
perseverantes; cada vez hay más libros que tienen a gays como protagonistas y
más estudios que los analizan.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Pero ¿de veras
todo es celebración?</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
La mayoría de
las conquistas obtenidas en el DF no han llegado a la provincia, lo cual
significa que sólo benefician a una parte del país: salvo contadas excepciones,
en todos lados se sigue mirando con desdén a los gays, y los actos de homofobia
y los crímenes de odio están lejos de haber desaparecido. Es innegable,
también, que continúa habiendo mucha, muchísima hipocresía y que la mayoría de
las familias mexicanas aún son rígidamente tradicionalistas: muchos jóvenes
viven con culpa y pesar el descubrimiento de su orientación sexual.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Bueno, entonces
celebremos a medias; celebremos las batallas ganadas, pero sin bajar la guardia
ante lo que aún debe conquistarse.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
2. En un
principio, todo era feo, más que feo. Pero quizá no podía haber sido de otra
manera en ese momento. Y como este apartado no es precisamente un highlight,
podría saltármelo sin más ni más. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
No obstante,
cabría alguna observación, para contextualizar mejor los verdaderos highlights.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Es posible que
mi homofobia internalizada me haya llevado a rechazar todas las manifestaciones
de la homosexualidad que veía, aunque, en honor a la verdad, tampoco había
mucho de dónde escoger; es más, no había <i>nada</i> de dónde escoger: lo único
que nos presentaban las revistas, el cine y el teatro era la imagen
estereotipada del homosexual frívolo y amanerado, el lilo que sólo parecía
interesarse por jotear. Por lo demás, se diría que esa imagen era un reflejo
fiel de la realidad, pues no había en ésta, o no llegaban hasta nosotros,
representaciones al mismo tiempo naturales y complejas de hombres que gustaran
de otros hombres. Si uno quería identificarse con algún arquetipo lejos del
macho pendenciero y mujeriego, tenía que escoger sus modelos entre las figuras
femeninas, y ahí sí había infinitas posibilidades.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
3. La primera
novela con personajes abiertamente gays que conocí fue <i>The Lord Won’t Mind</i>,
de Gordon Merrick.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>La leí con avidez, y
me identifiqué por completo con sus protagonistas, jóvenes como yo, o aún más
jóvenes que yo. No recuerdo bien la trama (han de haber pasado muchas cosas,
pues el libro era bastante gordo, como casi todos los best-sellers gringos);
tampoco recuerdo si el libro tenía algunos logros estilísticos, aunque sí que
me resultaron estimulantes las descripciones de las escenas sexuales. Se
desprendía, sin embargo, un leve tufillo de culpa, pero la conclusión me
pareció liberadora: si había amor de por medio, a Dios no le importaba lo que
hiciéramos de nuestra vida sexual (pero ¿<i>y si no</i> había amor?).</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Sólo unos años
después, cuando leí a Jean Genet y a Tony Duvert, descubrí que el uso de la
temática homosexual no estaba reñido con la calidad literaria: fue un aliviane
en todos sentidos. Pasarían más años antes de que, gracias a José Joaquín
Blanco, conociera los libros de Christopher Isherwood y algunos relatos de Paul
Bowles y E.M. Forster, autores todos que se movían como peces en el agua de un
amor que no parecía turbio y una literatura del más alto nivel. Guardo,
también, un excelente recuerdo de <i>Valentín</i>, de Juan Gil-Albert. No
olvido, por supuesto, el <i>Satiricón</i> ni algunos relatos de <i>Las mil y
una noches</i> que conocí en una antología de Posada, a cuyo título habían
añadido el adjetivo “eróticas”.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
No me gustaron,
en cambio, otras novelas que había leído antes: <i>Fabrizio Lupo</i> y <i>El
diario de José Toledo</i>; tampoco disfruté mucho de <i>Después de todo</i>. No
niego las virtudes literarias de estos libros, principalmente en el caso de la
novela de Ceballos Maldonado, pero no me dieron lo que recibí de los libros
arriba mencionados en materia de figuras atractivas de homosexuales.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
En el terreno de
la teoría, leí y releí <i>El homosexual y su liberación</i>, de George
Weinberg: en esa época no abundaban los títulos que abordaran de una manera
objetiva la cuestión homosexual, o, como siempre, yo estaba pésimamente
informado de lo que se publicaba. Por casualidad, di con el <i>Coridón</i>, de
Gide, un libro menos convencional en su estructura y nada convencional en sus
propuestas. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Pero se me
estaba olvidando, qué barbaridad, el Divino Marqués, a quien había leído en los
últimos años de mi adolescencia. Varios de sus libros inflamaron mi sexualidad
juvenil con sus explícitas descripciones de encuentros homosexuales, aunque
recuerdo especialmente <i>Justine o los infortunios de la virtud</i>, en la que
los personajes masculinos se daban vuelo acariciándose y cogiendo ante nuestros
atónitos ojos y los de la inocente protagonista.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
El Marqués de
Sade, si la memoria no me engaña, legitimaba la homosexualidad como algo
natural: al igual que otras manifestaciones sexuales, formaba parte de la
existencia humana: sus personajes sí que eran unos verdaderos perversos
polimorfos avant la lettre. También di la bienvenida a sus contundentes
argumentos en contra de la religión. Otras lecturas me ayudaron, igualmente, a
irme despojando en ese sentido de lo que se había convertido en un lastre que
ya me pesaba mucho.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Y, claro,
estaban las espléndidas novelas de Manuel Puig: si bien sólo uno de sus
personajes era declaradamente homosexual (Molina, en <i>El beso de la mujer
araña</i>), se adivinaba en los demás una sensibilidad gay: pienso, sobre todo,
en el niño protagonista de <i>La traición de Rita Hayworth</i>.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Aunque la conocí
ya en la década de 1980, no quisiera dejar de mencionar <i>Bom-Crioulo</i>, la
novela de Adolfo Caminha que presentaba a dos personajes gays nada
estereotipados en una época tan temprana como el siglo XIX. Tampoco me olvido
de <i>The City and the Pillar</i> (1948), de Gore Vidal, ni de <i>Giovanni’s
Room</i> (1956), de James Baldwin; ni paso por alto <i>Ernesto</i> (escrita en
1953, pero sólo publicada después de que murió su autor), de Umberto Saba, que
sólo leí hace poco. Ni olvido dos excelentes novelas de José Joaquín Blanco que
incluyen como protagonistas a personajes gays: <i>Las púberes canéforas</i> y <i>Mátame
y verás</i>, la primera publicada en la década de 1980 y la segunda, en la de
1990. Otro gran amigo, Olivier Debroise, escribió al menos dos novelas en las
que utilizó con fortuna personajes gays: <i>En todas partes, ninguna</i> y <i>Lo
peor sucede al atardecer</i>. Y mi también amigo Luis González de Alba publicó,
a principios de la década de 1980, <i>El vino de los bravos</i>, en el que,
además de un texto en que me hacía un divertido guiño de ojo, incluía otros
cuentos con personajes gays (pienso especialmente en “Hoy te he recordado”).
Luis publicaría, años después, varias novelas con personajes gays. Pero en este
terreno hay mucha tela de dónde cortar, y este textito no pretende ser
exhaustivo.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
4. Puede
afirmarse, en justicia, que los primeros personajes gays (en el sentido que le
damos ahora a esta palabra) que hubo en el cine fueron Encolpio, Ascilto y
Gitón, protagonistas del <i>Satiricón</i> de Fellini.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
La película
narra los avatares de los tres jóvenes, de una manera divertida, como en el
libro en que “se inspira libremente”, según Fellini, y con una propuesta visual
deslumbrante, como acostumbraba hacerlo. No hay ningún tipo de censura hacia
sus personajes, que se mueven por el ancho mundo latino y hasta más allá con
una gran libertad, aunque esto último es un decir, pues en un momento dado,
Encolpio y Ascilto son hechos esclavos. Es curioso que haya sido un cineasta
heterosexual el primero que lograra, acaso sin proponérselo, mostrar una visión
desprejuiciada de los hombres capaces de enamorarse de otros hombres, lo que
sólo probaría que en materia de arte, cualquier etiqueta y cualquier
orientación sexual salen sobrando. (Confieso un pecado menor, del que me redimí
muchos años después, ya en la era del dvd: cuando vi por primera vez el <i>Satiricón</i>,
era yo tan pedante que no supe apreciarla y dije que estaba ya harto de
Fellini. Ahora la película me parece una joya: cada escena está ejecutada con
una gran delicadeza y es absolutamente disfrutable; la fotografía y la
dirección artística son de las mejores que he visto en mi vida, y cada toma es
una obra maestra de la composición.)</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Seguramente
antes del <i>Satiricón</i> había visto yo <i>Teorema</i>, que planteaba dos
situaciones homosexuales: cuando el Huésped seduce al padre y al hijo de la
familia que visita (esta segunda es la que más atractiva me resultó y la que
más recuerdo). Pero no podría hablarse de personajes “gays” en el caso de la
película de Pasolini, pues la experiencia se vuelve catastrófica tanto para el
padre como para el hijo.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Aunque Von
Aschenbach, el protagonista de <i>La muerte en Venecia</i> (escritor, en la
novela de Mann; músico, en la película de Visconti), no es homosexual, sí lo es
la última pasión que vive. En dos sentidos podría calificarse de platónico el
sentimiento que experimenta por el muy joven Tadzio: en el sentido que se le da
comúnmente al término, de los amores que no tienen consumación carnal, y en el
sentido de que Tadzio representa la Idea de la belleza. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
La película
tenía indudables virtudes estéticas, pero el protagonista, espléndidamente
interpretado por Dirk Bogarde, estaba lejos de poder satisfacer la necesidad de
modelos homosexuales que tenía el chavo que era yo en aquella época. Además, el
contexto de la peste en que se desarrollaba la historia tampoco resultaba muy
estimulante.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Mucho más
cercanos me resultaron los personajes que interpretaban Michael York y Helmut
Griem en <i>Cabaret</i>, que tenían sus queveres a espaldas de Sally Bowles (y,
por lo demás, de la cámara) sin sentir la menor culpa. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Los gays fueron
teniendo una presencia cada vez más sólida en el cine: de ocasionales apariciones
en personajes secundarios evolucionaron hasta alcanzar papeles protagónicos,
muchas veces con visos trágicos, y muchas veces, también, en los personajes
cómicos, superficialmente simpáticos (aunque no faltaba uno que otro muy
pesado, claro), pero al menos ya lejos de los patéticos estereotipos del cine
de la década de 1960 y de antes.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
La lista de las
películas en que aparecen personajes homosexuales sería interminable, y las hay
para todos los gustos. A mí, en este terreno, como en general, me gusta más el
cine francés, y, aunque no siempre vi estas películas en su momento, me quedo
con <i>L’homme blessé</i>, de Patrice Chéreau; <i>Les roseaux sauvages</i> y <i>J’embrasse
pas</i>, de André Téchiné, y <i>Presque rien</i>, de Sébastien Lifshitz, sin
que por eso desprecie algunas películas inglesas que también disfruté mucho: <i>Sebastiane</i>,
de Derek Jarman; <i>My Beautiful Laundrette</i>, de Stephen Frears, y <i>Maurice</i>,
de James Ivory, y varias más de otras nacionalidades.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
De nuestros
directores, Jaime Humberto Hermosillo es el que más consistentemente ha
presentado personajes homosexuales en sus películas, desde el inicio de su
carrera en la industria cinematográfica: ya en <i>La verdadera vocación de
Magdalena</i>, aparece una lesbiana que trata de ligarse a otra chava (no
recuerdo si a la protagonista) en un reventón, y en la relación (no del todo
filial, no del todo paternal) que se da entre los personajes que interpretan
Héctor Bonilla y Jorge Martínez de Hoyos en <i>El cumpleaños del perro</i>, hay
una corriente erótica insoslayable, o eso quise ver. Asimismo, mucho se ha
hablado de que la amistad de los protagonistas de <i>Matiné</i> no es del todo
inocente, por decirlo de alguna manera. En <i>Naufragio</i>, ya aparece, en un
papel pequeño, un muy guapo Ernesto Bañuelos como un aeromozo que coquetea
(creo) con otro hombre en el aeropuerto de la ciudad de México. Pero es en <i>Las
apariencias engañan</i> donde vemos por primera vez un personaje homosexual más
desarrollado (lo interpreta Manuel Ojeda) y un hermafrodita (que hace Isela
Vega) con una marcada predilección por los señores; ni Gonzalo Vega sale bien
librado de los lazos de esta seductora cogelona. <i>Las apariencias engañan</i>
también cuenta con una participación especial del otrora famosísimo travesti
Xóchitl, en cuya historia se inspiró, a su vez, Margo Su para escribir su
novela <i>Posesión</i>. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Jaime Humberto
filmaría después varias películas más con protagonistas gays, como <i>Doña
Herlinda y su hijo</i>, que se basaba en un relato de Jorge López Páez y que
tendría éxito en varios países, y la audaz en varios sentidos <i>eXXXorcismos</i>,
con la que empezaría a experimentar con el cine digital, en el que ha
perseverado. Lamentablemente, estos nuevos formatos del cine independiente aún
no cuentan con una distribución que les asegure una exhibición masiva, y no he
visto las nuevas películas de Hermosillo, pero sé que en algunas de ellas los
protagonistas son gays.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Mención aparte
merece <i>El lugar sin límites</i>, la excelente película de Arturo Ripstein
basada en la novela de José Donoso. Si bien el protagonista es “el joto del
pueblo”, la película sirve de vehículo para desenmascarar al personaje que
interpreta Gonzalo Vega, un macho de doble moral que se ve amenazado en su
virilidad. <i>El lugar sin límites</i> se ha vuelto, con el tiempo, una
película de culto, y Roberto Cobo recibió merecidísimos elogios por su papel de
La Manuela. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Vi, como puede
suponerse, una gran cantidad de películas en que había gays en papeles de mayor
o menor importancia, en películas de mayor o menor (y hasta nula) calidad. Pero
sólo hace unos cuantos años conocí <i>Victim</i>, la película inglesa dirigida
por Basil Dearden y estelarizada por Dirk Bogarde, a la que podría atribuírsele
el mérito de ser una de las primeras (si no la primera) que tuvo a un personaje
homosexual en el papel protagónico. <i>Victim</i> es de 1961 y quizá no es una
película del todo lograda, aunque las objeciones que podrían hacérsele son las
mismas que se le podrían hacer a cualquier película de la época: una marcada
tendencia hacia el melodrama, poca sobriedad en el estilo y en las actuaciones
y un desagradable tufillo moralizante, si mal no recuerdo. Pero tiene
igualmente sus virtudes, y entre ellas se cuenta una trama cuyo interés no
decae. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
5. Aunque
también me gustaban mucho, vi menos obras de teatro que películas en la década
de 1970. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Lo más
importante que sucedió en muchos años fue la puesta en escena de <i>Los chicos
de la banda</i>. Su directora, Nancy Cárdenas, era, además de activista gay,
una hábil publicista, pero aun si no lo hubiera sido, el tema de <i>Los chicos
de la banda</i> habría llamado la atención y, más que eso, escandalizado a la
sociedad mojigata de esa época (y de épocas anteriores y, sobra decirlo,
posteriores): un grupo de homosexuales que se reúnen para una fiesta en casa de
uno de ellos. Estos <i>Chicos</i> dieron mucho de qué hablar: desde antes del
estreno, aparecieron abundantes notas en los periódicos y comentarios y
entrevistas en televisión con los que participaban en el montaje. <i>Los
chicos...</i> se estrenó y estuvo en temporada en el teatro Insurgentes, uno de
los más grandes de México, y supongo que tuvo mucho éxito, pues el reparto
estaba constituido por actores de sólido prestigio. No sé por qué Nancy
Cárdenas (¿tal vez a petición de los actores?) hizo el comentario de que
ninguno de los que participaban en la obra era homosexual: ¿o quizá fue para destacar
las habilidades histriónicas de los integrantes del elenco, que podían jotear y
ser joteados sin que se les tildara de lo que no eran? (aunque de todos es
sabido que para esto de jotear también se pintan solos los bugas). </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
En lo personal,
la obra y el montaje me decepcionaron: al libreto no le encontré mucho chiste:
todo sucedía, si recuerdo bien, durante una fiesta de homosexuales
(deliberadamente evito el término “gay”); la mayor parte del tiempo los
personajes se la pasaban joteando, y todos eran bastante estereotipados: no me
parecieron muy diferentes de los jotos que salían en las películas de Mauricio
Garcés. Para colmo de males, alguno de ellos terminaba con graves crisis de
conciencia y quizás a alguno le provocaba enormes conflictos un forzado coming
out.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Vi también <i>Los
ojos del hombre</i>, una obra canadiense que tenía uno o dos personajes
homosexuales. Creo que la obra, ubicada en una prisión, atrajo al público gay
principalmente por el desnudo del muy guapo Luis Torner, pero las propuestas y
las situaciones del texto eran bastante convencionales. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Más afines con
mis gustos literarios eran las delirantes y divertidísimas obras de Copi, que
conocí dos o tres años después. A petición de Carlos Téllez, tradujimos Olivier
Debroise y yo <i>Eva Perón</i>, que luego llevó a escena nuestro amigo Carlos.
José Antonio Alcaraz hizo la música. En esta puesta en escena, vi por primera
vez a Tito Vasconcelos: su talento y su simpatía me sedujeron. Supe que había
hecho hacía poco tiempo el papel de la Manuela en una puesta en escena de <i>El
lugar sin límites</i>, pero me lo había perdido. (Por suerte, nunca dejé de
estar en contacto con los textos de Copi: traduje, para Tito, <i>Loretta Strong</i>,
aunque no llegó a ponerla; leí varias obras más del argentino radicado en
Francia y su novela <i>Le bal des folles</i>, que durante mucho tiempo quise
traducir, pero no encontré un editor que se interesara, y, por último, ya en la
primera década del siglo XXI, traduje para Ediciones El Milagro <i>El refri</i>
y <i>Loretta Strong</i>, que se publicaron, junto con otras dos de sus obras,
en un volumen para el que escribí una introducción. La piradez y el ingenio de
Copi siempre me resultaron muy sugerentes.) De Carlos Téllez, acabábamos de ver
una espléndida obra en la Casa del Lago: <i>Sólo conciencia de besar</i>. Creo recordar
que había en ésta algún personaje, algún comentario gay, pero no podría
asegurarlo. (Algún tiempo después, Carlos y yo tradujimos <i>P.D. Tu gato ha
muerto</i>, el texto dramático de James Kirkwood — también novela del mismo
autor— en el que un hombre y el ladrón que entra a robarlo a su casa se
enamoran; la obra ha tenido muchas puestas en escena, aunque sólo vi la
primera, con Manuel Ojeda y Humberto Zurita, que me gustó. Carlos Téllez, por
su parte, pondría en 1986 <i>Una canción apasionada</i>, la versión en español
de <i>Torch Song Trilogy</i>, otra vez con Tito Vasconcelos: tengo un excelente
recuerdo de esta producción.) </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Destaco,
también, la puesta en escena mexicana de <i>El show de terror de Rocky</i>, que
produjo en 1976 Julissa; también participó en ella como actriz. Esta comedia
musical resultó lo más refrescante que había visto yo hasta el momento en
cuestiones sexuales, pues aquí sí los personajes le entraban a todo, todos
contra todos y siempre de manera festiva y liberadora; no exagero si digo que
esa puesta de Julissa, con una muy afortunada traducción de ella misma, me
gustó más que la película, que vi algún tiempo después. <i>El show de terror de
Rocky</i> hizo una temporada en un espacio del Hotel del Prado, donde podía uno
tomar la copa y (desde luego) fumar. Había mesas pequeñas dispuestas en torno
al escenario y a una pasarela por la que se contoneaba Gonzalo Vega en su
número “Dulce travestista”. Creo que la vi dos veces ahí, y luego, en un teatro
en el que también hizo temporada la obra.<span style="mso-spacerun: yes;">
</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<i>Y sin embargo
se mueven</i>, la puesta en escena de José Antonio Alcaraz, fue otro momento
culminante del teatro en México, y por varias razones. Sobresale el hecho de
que, si no me equivoco, era la primera vez que se montaba un texto mexicano
original con personajes gays. Todavía recuerdo la noche del estreno, al que
seguramente asistí invitado por mi amiga Billy, notoria figura del ambiente
gay, que actuaría después en <i>Doña Herlinda y su hijo</i> y en otras
películas, y sería la protagonista de mi novela <i>Los postulados del buen
golpista</i>. Fue la Billich quien me presentó ahí a Cuauhtémoc Zúñiga, quien
dirigía, si mal no recuerdo, el departamento de teatro de la UNAM y que se
aventó el boleto de patrocinar ese montaje en el Teatro de la Universidad:
tanto el director como los actores (pero no las actrices: Delia Casanova y
Carlota Villagrán) eran abiertamente gays: el ya mencionado Alcaraz, Tito
Vasconcelos, Gustavo Torres Cuesta, Homero Wimer y Fernando López Arriaga. El
espectáculo era toda una celebración, en ese momento en que parecía haber mucho
que celebrar y a dos o tres años de que el sida hiciera su aparición: abundaban
los números musicales y los momentos jocosos, pero no por eso faltaban las
escenas serias o intimistas. No es necesario decir (pero lo digo) que <i>Y sin
embargo se mueven</i> tuvo un gran éxito, y cuando terminó la temporada en ese
teatro, Tito Vasconcelos la llevó a otro más grande, donde me invitó a develar
la placa de las 200 representaciones. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Tito Vasconcelos
ha trabajado muchísimo: puso después, como actor y director, <i>Maricosas</i>, <i>Plastic
Surgery</i> (la obra de teatro que escribí con Mario de la Garza, cuyas
protagonistas tienen relaciones lésbicas) y <i>Afectuosamente, su comadre</i>
(la espléndida obra de José Dimayuga, que José Joaquín Blanco incluyó en sus
top ten del teatro mexicano del siglo XX), y ha participado como actor en
innumerables obras teatrales, películas y espectáculos de cabaret, no siempre,
aunque muchas veces, interpretando personajes gays. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Dudo: ¿incluiré
aquí al ya mencionado José Dimayuga? Quizá debí hacerlo al hablar de la
literatura en general, puesto que tiene una excelente novela, <i>¿Y qué fue de
Bonita Malacón?</i>, en la que hay varios personajes gays y no faltan las
escenas lésbicas. Sin embargo, la mayor parte de sus textos pertenecen al
género dramático. Dimayuga nos ha dado en sus obras teatrales una amplia
galería de personajes homosexuales: jóvenes, maduros, viejos, poetas,
lesbianas, travestis, declamadores, mayates, etcétera, todos retratados con la
habilidad y el ingenio característicos de Dimayuga. Todos nos han hecho reír o
nos han conmovido de otras maneras, y cada texto que escribe José es una fiesta
del talento y la alegría. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
6. Los
personajes gays tardaron mucho tiempo en llegar a la televisión. No sé cuándo
habrá aparecido alguno por primera vez. Sólo recuerdo (pudo haber sido en la
década de 1980, pero también en la de 1990) una serie norteamericana sobre
James Dean, en la que el protagonista iba a un bar gay. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Nunca fui muy
afecto a la televisión, o, mejor dicho, a los programas televisivos, porque con
las películas de la tele sí me di y me sigo dando vuelo. Sé que ha habido
personajes homosexuales en varias telenovelas mexicanas, aunque ignoro qué
características hayan tenido. El único que vi en alguna ocasión y no me
simpatizó fue el que hizo Sergio Mayer en <i>La fea más bella</i>: me pareció
la caricatura de una caricatura.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Por el
contrario, en las series y programas extranjeros, los personajes gays sí han
salido mejor parados, y han proliferado y llegado a ocupar lugares
protagónicos. Los que se me hacen más simpáticos son los de <i>Will & Grace</i>,
y me gustó <i>Queer As Folk</i>, pero la versión original inglesa: las manas y
las lesbianas de la serie gringa (de la que sólo vi la primera temporada) me
aburrieron con su obsesión por las discos y los gimnasios, así como con su
preocupación por formar matrimonios sólidos y adoptar o tener niños. Me
gustaron también, independientemente de que tengan personajes y situaciones
homosexuales, <i>Six Feet Under</i> y <i>OZ</i>: se me ocurrió que las series
estadounidenses eran ahora mucho mejores que la mayoría de las películas de la
industria.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
7. ¿Cómo
hablábamos los gays en la década de 1970?</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
En general, como
todo el mundo: nuestro lenguaje tenía más que ver con el medio en que nos
desenvolvíamos que con nuestras preferencias sexuales. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Sin embargo,
había unas cuantas palabras que usábamos entre nosotros. Decíamos “de ambiente”
y “de onda” para referirnos a nosotros mismos y a lugares. Utilizábamos las
palabras “chichifo”, “buga” y “guagüis”. Tal vez unos cuantos empleaban el término
“gay”, ahora tan extendido (a mí me parecía que podía adoptarse, en su lugar,
su exacto equivalente en español, “gayo”, y así la usé en <i>El vampiro de la
colonia Roma</i>): incluso los niños alivianados dicen “gay” para referirse a
un homosexual. Unas amigas mías lesbianas decían la palabra “bichiña”, con el
mismo sentido, pero supongo que era un calco del portugués, pues se juntaban
mucho con unas brasileñas. Recuerdo que decíamos “travestí” y no “travesti”,
quizá por contagio del francés. Y cuando un gay quería decir que adoptaba en la
cama tanto el rol activo como el pasivo, aseguraba “Soy internacional” (ahora,
en las redes sociales de Internet, se emplea el término “versátil”, je). Se
usaba, y se sigue usando mucho, “loca”, que ha ido perdiendo su intención
peyorativa; con la palabra “joto” ha pasado lo mismo, sobre todo si se emplea
el diminutivo: “¿Es jotito?” Como han hecho los angloparlantes con “queer”, nos
hemos ido apoderando de estos términos, así como de “maricón” y, en menor
medida, de “puto”: al fin y al cabo, la lengua es de quien la trabaja. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
8. Nunca me
gustaron mucho las discotecas, ni los bares. Como yo no bailaba, no me parecía
divertido ir a un lugar a escuchar música; tampoco bebía mucho (preferí siempre
las sustancias químicas: en aquella época, las benzodiazepinas). Y para ligar,
estaban las fiestas privadas, la calle y otros espacios públicos. De un ligue
emeritense surgió una de las relaciones más importantes que tuve. También
gracias a otro ligue, escribí <i>El vampiro de la colonia Roma</i>.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Conocí a Osiris
Pérez en 1975, en la Cineteca: él era cinéfilo y yo también. Cuando me dijo que
era “vividor” (creo que esa fue la palabra que usó), no le creí del todo, no sé
por qué: a fin de cuentas, Osiris era muy guapo y tenía un cuerpo musculoso, de
proporciones armoniosas; era también muy simpático y buen conversador, por lo
que no tenía nada de extraño que aprovechara esos atributos para ganarse el
sustento.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Osiris me
contaba anécdotas muy divertidas sobre su profesión, y un día le dije que debería
escribir su vida. “¿Por qué no lo haces tú, que a eso te dedicas?”, dijo, y
quizás es lo que yo estaba esperando escuchar. Nos vimos cinco o seis veces
para ese fin. Llegaba yo con mi grabadorcita de cassettes y grabábamos una hora
por sesión.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Al principio, mi
intención era escribir una novela-testimonio (creo que fue Miguel Barnet quien
acuñó la expresión), algo parecido a <i>La canción de Rachel</i> y la <i>Biografía
de un cimarrón</i>, o, aquí en México, <i>Hasta no verte, Jesús mío.</i>
(También había leído yo con gran interés <i>Los hijos de Sánchez</i> y <i>Una
muerte en la familia Sánchez</i>, aunque estos dos títulos estaban más
asociados con la antropología que con la literatura.) Pero cuando empecé a
trabajar en la novela, descubrí que la vida de Osiris (a quien llamé Adonis en
el libro) tenía mucha similitud con la de los pícaros de la literatura
española: compartían los temas de la orfandad, la necesidad temprana de ganarse
el pan cotidiano, la astucia como un medio para sobrevivir, el sentido del
humor, la pertenencia sucesiva a varios amos, etcétera. Decidí inscribir la
novela, a la que desde el principio encontré título, dentro de esa tradición, y
pensé que habría que modificar algunas cosas de la realidad para ajustarlas a
mi proyecto. Poco a poco, el deseo de inventar fue imponiéndose a mi inicial
propósito de ser fiel a la historia de Osiris. Incorporé, también, anécdotas
que me contaron algunos amigos (Olivier Debroise, por ejemplo, me platicó en el
trayecto a Pátzcuaro –creo recordar que en el tren, aunque no estoy seguro de
que hubiera trenes a Pátzcuaro–, sobre la fiesta que aparece casi al final del
libro y que, debido a la lluvia, termina convertida en un lodazal),
características de otros amigos (Zabaleta se inspiraba en mi amigo pintor y le
puse su apellido), algunas vivencias y hasta sueños personales. También trabajé
el lenguaje.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Cuando aún no
avanzaba mucho en la escritura de <i>El vampiro de la colonia Roma</i>, le
enseñé a Osiris algunas páginas del inicio. Pensé que le iba a gustar. Me dijo,
con un tono medio seco, “Esto no es mi vida” (aún ahora, no sé qué lo llevó a
hacer ese comentario, pues, según yo, en lo que le había mostrado, sí me había
ceñido más a lo que me narró), y me sugirió que cambiara algunas cosas. No le
hice caso. Nunca volvimos a encontrarnos en la calle, ni tuvimos ningún otro
tipo de contacto. No sé si le habrá gustado la novela terminada, pero sí estoy
seguro de que, como biografía, la habría desautorizado. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
9. Cuando estaba
terminando de escribir <i>El vampiro...</i>, me enteré de que un también joven escritor
acababa de publicar una novela que tenía por protagonista a un chichifo. Se
titulaba <i>El desconocido</i>, y su autor era Raúl Rodríguez Cetina. Tuve
miedo de algo imposible: de que ambos hubiéramos escrito el mismo libro. En
aquel momento, no pensé que el tema de un libro no constituía su esencia, ni
que la idea de escribir sobre esos pícaros modernos estaba, por así decirlo,
flotando en el aire: ya John Rechy había publicado catorce años antes <i>La
ciudad de la noche</i>, pero sólo la leí algunos años después, y James Leo
Herlihy narraba en <i>Midnight Cowboy</i> las dichas y desdichas de un hustler
que se acostaba tanto con hombres como con mujeres (cito el libro porque no
sólo vi la película de John Schlesinger). Cuando algún tiempo después leí <i>El
desconocido</i>, me dio gusto comprobar que el libro de Rodríguez Cetina y el
mío eran distintos: aunque los hermanaba la profesión del protagonista, la
acción de <i>El desconocido</i> tenía lugar en Mérida, y el tono, las anécdotas
y el estilo eran por completo diferentes. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
10. Recuerdo
1979 como el año en que muchas figuras destacadas de la literatura y el teatro
mexicanos salieron del clóset. No digo que antes nadie hubiera declarado su
homosexualidad en público, pero si así fue, no me llegué a enterar.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
En marzo del 79,
dos días antes de cumplir 28 años, José Joaquín Blanco publicó en <i>Sábado</i>,
el suplemento de <i>unomásuno</i>, su hermoso y valiente ensayo “Ojos que da
pánico soñar”: me imagino que en esos días habrá recibido más felicitaciones
por su artículo, que con el tiempo se volvería un texto fundacional (como se
dice ahora, quién sabe con cuánta fortuna gramatical), que por su cumpleaños.
Seguramente el texto de Blanco irritó y escandalizó a algunos, pero para una
inmensa mayoría, no sólo constituida por gays, resultó emocionante e
inspirador. En “Ojos que da pánico soñar”, José Joaquín Blanco hablaba por
primera vez desde un yo y un nosotros que ya no se ocultaban tras ninguna
ficción narrativa: José Joaquín hablaba de él, de nosotros, de nuestra
realidad, de nuestros escenarios, en una forma inteligentísima y lúdica, como
en todos sus textos.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
José Antonio
Alcaraz, José Ramón Enríquez y Tito Vasconcelos fueron otros personajes de la
cultura que manifestaron sin tapujos sus preferencias sexuales. Probablemente
muchos más hicieron pública su orientación sexual durante ese año y los
siguientes, tanto en México como en el resto del mundo, pero sólo recuerdo en
este momento casos más recientes.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
11. Mucho tiempo
ha pasado desde aquellos míticos años, no siempre dignos de nostalgia. Muchas
cosas han sucedido. La aparición del sida enturbió, por un momento, el paisaje
de los logros conquistados. Pero también la solidez de los grupos que han
luchado contra esa amenaza nos dieron motivos para seguir siendo optimistas, y,
como dije al principio, los enormes logros en el terreno social son
esperanzadores. La palabra “libertad” está adquiriendo nuevas tonalidades: los
colores del arcoíris. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
12. Viéndolo
bien, sí, celebremos con gusto, amiguitos, amiguitas y amigaytors: brindemos
por (como dice José Dimayuga) los jotos y las lenchas que nos dieron patria. Y
festejemos con bombo y platillos la aparición de <i>México se escribe con jota</i>,
un proyecto de cuyos nacimiento y posterior desarrollo fui un entusiasta
testigo. Brindemos también por Michael Schuessler y por Miguel Capistrán, que
lo llevaron a cabo: ¡salud!</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
(Este texto forma parte del libro <i>Mexico se escribe con jota</i>, de Michael K. Schuessler y Miguel Capistrán)<i> </i> </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<br /></div>
luis zapatahttp://www.blogger.com/profile/02037643566997628335noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3684785444757048638.post-19443686247099684342013-10-30T08:51:00.000-07:002013-10-30T08:51:19.081-07:00Un fragmento más de "Ramales nocturnos"
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<br />
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">2.55</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">Abundan los
libros buenos; abundan los libros apasionantes. Pero los libros que nos marcan
son pocos. Tengo la suerte de que éstos sigan llegando a mi vida. Del último
del que puedo decir eso es del <i>Libro del desasosiego</i>, de Fernando
Pessoa, o, mejor dicho, de Bernardo Soares. (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Anotaciones</i>)</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">3.53</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">Dice: “Tengo la
ilusión de un nuevo amor”, y dice bien: todo amor es una ilusión, fuera del
amor de Dios. Todo amor fluctúa. Todo amor termina. Todo amor perdura. (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Diario</i>)</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">3.54</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">Sentimos lo
mismo cuando resolvemos nuestros problemas económicos que cuando la dentista
nos saca una muela que nos causaba dolor: es un alivio, pero no es la
felicidad. (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Diario</i>)</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">2.56</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">Hay gente que
nunca ha escuchado los besos de las cuijas, también llamadas cariñosas. (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Anotaciones</i>)</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">5.23</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
No fue memorable mi encuentro con Darío para tomar café. Ni
siquiera recuerdo a dónde fuimos, aunque es posible que nos hayamos visto en un
café del centro, cerca de donde vivía Darío.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Me sentía nervioso, y pensaba que ese día terminaríamos en la
cama, o ese era mi deseo. Darío, en cambio, estaba muy campante, quizá porque
se sentía dueño de la situación. Sin embargo, no pasó nada: me dijo Darío que
tenía que ir a su ensayo, pero que nos veríamos dentro de unos días. Me dijo
también que me iba a invitar a su estreno.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Nunca volvió a llamarme, ni yo a él: en aquella época, si uno
no se acostaba con alguien luego luego, era muy poco probable que lo hiciera
después. Era una ley tácita, por lo menos entre los gays. (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Las veredas del deseo</i>)</div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">3.55</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">Me gusta el
olor del cloro: significa que alguien está haciendo el quehacer de la casa, lo
que yo detesto. (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Diario</i>)</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">2.57</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">Como Sara
García y como Emma Roldán, Carlos Riquelme siempre fue viejito: incluso cuando
era más o menos joven, aparecía con el pelo y el bigote canosos. (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Anotaciones</i>)</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">2.58</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">Cuando no una
plegaria, un lamento: la voz de Jeff Buckley. (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Anotaciones</i>)</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">3.56</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">¿El lado bueno
de los achaques y las enfermedades? Que nos recuerdan que todo es precario. (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Diario</i>)</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">5.24</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Varios años después vi una obra de teatro en la que hacía un
papel de cierta importancia Darío. La obra me pareció pésima; la actuación de
Darío, mediocre, demasiado convencional. Estoy seguro de que la obra me habría
parecido igualmente mala si la hubiera visto cuando conocí a Darío, pero
también estoy seguro de que entonces habría encontrado algo rescatable en su
trabajo y que me habría alegrado el solo hecho de verlo desempeñarse en escena.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Esa vez de la obra de teatro, fui a los camerinos para
saludar a Darío. Lo felicité por su trabajo, no porque fuera bueno, sí porque
es un logro tener un trabajo y llevarlo a buen término (siempre he sabido
evitar el tema de la calidad cuando felicito a mis amigos: en el estreno de una
obra que producía una amiga, me preguntó después qué me había parecido; le
contesté con sinceridad: “Te vas a hinchar de dinero”; puedo decir que mi
respuesta no le desagradó).</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Intercambiamos dos o tres cordiales frases Darío y yo. Cuando
salí del camerino, me quedé con la impresión de que no recordaba quién era yo.
Si así fuera, tenía razón para no acordarse de mí; no podía ser de otra manera:
no tuve ninguna importancia en su vida. (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Las
veredas del deseo</i>) </div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">2.59</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">No me opongo a
que los artistas reciban sus merecidas regalías, que dejan de recibir en el
caso de la piratería o de las canciones que se bajan con programas específicos.
Pero que no me digan que las regalías de Jeff Buckley son para él: como las
recibe su madre, que no es santo de mi devoción, prefiero recurrir a Ares. (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Anotaciones</i>)</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">2.60</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">Una de las
cosas que más feliz me hacen es ver de nuevo películas de Hitchcock cuya trama
no recuerdo muy bien, lo que me sucede con muchas de ellas, aunque, al fin y al
cabo, el MacGuffin nunca es lo más importante. (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Anotaciones</i>)</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">1.27</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">El Muerto
recuerda las carreras de caballos de San Agustín de la Ciénega, un pueblo
cercano a Ojo de Rana:</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">Tendría once,
doce años cuando mucho. Pero lo que más vívidamente se fija en su memoria no es
la belleza y la agilidad de los animales, ni la polvareda que levantan, ni el
entusiasmo o la decepción que suscitan entre los apostadores, sino los rostros
y los cuerpos de los jinetes: colorados y sudorosos los primeros, delgados y
musculosos éstos. Recuerda también cierta envidia al pensar en la vida de los
jinetes, que no dejaban de viajar por las ferias de toda la República. Y
recuerda sus pantalones, ajustados a sus cuerpos</span><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">,</span><span lang="X-NONE"> de diferentes colores,
no siempre limpios. (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">La </i></span><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">Casa
</span><span lang="X-NONE">del Alteño</span></i><span lang="X-NONE">)</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<br /></div>
<br /><div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">2.61</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">Lo que no
quieras que se sepa, no lo digas: escríbelo, que al fin y al cabo ya casi nadie
lee. (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Anotaciones</i>)</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<br /></div>
luis zapatahttp://www.blogger.com/profile/02037643566997628335noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3684785444757048638.post-84058680413920828082013-10-22T09:41:00.000-07:002013-10-22T09:41:30.225-07:00Este relato forma parte de la novela Ramales nocturnos
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<!--StartFragment-->
<br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
4.1<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
“Salir perdiendo”<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">I<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
En el amor,
sólo puede uno salir perdiendo. Es el único juego en que el fracaso está
garantizado de </div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
antemano: tarde o temprano, todos perdemos. Pero a menudo nos
encariñamos con el sueño de lo </div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
imposible.</div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE"><br /></span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">Muchas cosas me
gustaron de Esteban, a quien conocí en una red social de Internet. Sin embargo,
lo </span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE"><br /></span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">que más me impresionó, y se lo envidié, fue su sinceridad. Esa capacidad de
abrirse por completo no </span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE"><br /></span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">dejaba de tener un lado exhibicionista, pero también
indicaba una necesidad de ser aceptado </span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE"><br /></span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">incondicionalmente: sobre advertencia no
hay engaño, parecía ser el subtexto de algunos de sus </span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE"><br /></span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">comentarios.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE"><br /></span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">Me enamoré de
él. Físicamente era el tipo de chavo que me gustaba (que me gusta, podría
decir, pero </span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE"><br /></span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">adopto la convención de hablar en pasado que me impone este
relato): moreno, de ojos oscuros y </span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE"><br /></span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">mirada vivaz, lampiño o con muy poco vello
(podía ver en sus fotos que ninguna capilaridad impedía la </span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE"><br /></span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">tersura de sus
brazos; supuse que también así eran sus piernas y su pecho), no muy alto,
delgado.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Fue él quien me mandó una solicitud de amistad. Deduje que le
llamó la atención el hecho de que mencionara en mi perfil que me dedicaba a
escribir. Luego me enteré de que había leído algunos de mis libros y que le
habían gustado. Le interesaba la literatura y estaba escribiendo una novela.
Nos comunicábamos por mensajes privados. Me agradaba esa modesta e inofensiva
clandestinidad; imaginaba que lo que nos decíamos era significativo, y quizá lo
era. Chateamos en dos o tres ocasiones, hasta que nos dimos cuenta, tal vez
porque los dos escribíamos, de que preferíamos la conversación epistolar (¿lo
observé yo primero, o fue él quien lo dijo?), aunque fuera breve, pero multiplicada
a veces en las horas del día.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Como dije, me gustó mucho desde el principio; no tenía la
certeza de que podía gustarle yo, pero conservaba la esperanza. Soy tímido, y
nunca mencioné que me gustaba. Pensaba mucho en él. ¿Esteban coqueteaba
conmigo?, ¿o sólo me daban esa impresión algunos efusivos comentarios, algunas
cariñosas despedidas? En todo caso, nuestra amistad creció rápidamente, como
sucede en estos tiempos y en estos medios. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Un día le pedí que me enviara algo de lo que había escrito.
Recibí un fragmento de la novela en que estaba trabajando. El título me pareció
afortunado: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Todo acontece de noche</i>.
El contenido del fragmento que me mandó me sorprendió: narraba los ligues de un
muchacho (imaginé, como nos sucede muchas veces, que él era ese muchacho) en
los bares, discotecas y calles de la ciudad. Describía detallada y vívidamente
sus encuentros sexuales. La intensidad de los acostones me perturbó un poco,
pero también me excitó, y mucho. Varias cogidas eran sin protección, muchas
venidas eran en la boca, en su boca, o en la del otro. Vi su rostro en las
expresiones del protagonista, que también describía; me vi a mí mismo
cogiéndomelo atrabancadamente y llevándolo a ese lugar en que el placer y el
dolor borran sus límites. Al terminar la lectura, me masturbé pensando en él.
Después me di cuenta de que el contenido sexual de ese fragmento me había
distraído de otro aspecto de la narración también interesante: las andanzas
nocturnas del protagonista por barrios inverosímiles para conseguir droga.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Lo felicité por su texto y le enumeré sus virtudes; le deseé
buena suerte en su proyecto, que me pareció muy bien encaminado. Agradeció mi
comentario. Nuestra amistad se estrechó, no sé si por la relación que establecí
con él a través de su personaje (si el texto no era autobiográfico, la vivencia
se había vuelto biográfica para él al escribirla, por lo que terminaba siendo,
como todo texto, autobiográfico). Me dijo al poco tiempo que le gustaba yo
mucho. Su comentario me emocionó, y le correspondí diciéndole lo mismo. Me dijo
que me deseaba. Me dijo que quería verme. No sé por qué me puse muy nervioso,
si era lo que estaba queriendo escuchar. O quizá fue por eso: hay un momento,
cuando estamos a punto de satisfacer un deseo, en que nos causa temor la
posibilidad de que no se realice y nos devora la prisa por que se den pronto
las cosas. Le dije que viniera a visitarme, que lo invitaba a comer (vivíamos
en ciudades no muy distantes una de la otra). Me contestó que sí, pero
finalmente canceló la cita que fijamos: tenía mucho trabajo y le sería
imposible salir de la ciudad.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Nos pusimos otra vez de acuerdo: ahora iría yo, ahora me
invitaría él a comer. Aproveché un necesario viaje a su ciudad; quedamos de
vernos en un restaurante cercano al lugar en que debía estar yo después. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Muchas veces sucede que las personas que conocemos por
fotografías nos decepcionan cuando las tenemos enfrente. Con Esteban no me
pasó; me gustó más aún. Cuando nos abrazamos para saludarnos, tuve una
agradable sensación de calidez, de la que no estaba excluido el erotismo.
Disfruté de su olor. El abrazo se prolongó más de lo normal. Sentí lo que
sentimos casi siempre cuando tenemos la certeza de que vamos a acostarnos con
alguien que nos atrae mucho, aunque esa impresión la he tenido más en los
sueños que en la vida real.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Desde que nos vimos no dejamos de hablar. A pesar de que nos
habíamos dicho muchas cosas por escrito, ahora parecía que no sabíamos nada el
uno del otro. O que estábamos ávidos, no por conocer al otro, sino por hacer
que el otro nos conociera: detallamos nuestros intereses, nuestros deseos;
revisamos someramente nuestras infancias (la mía, mucho más lejana que la
suya); declaramos nuestras debilidades: me confesó, con su sinceridad
característica, que era adicto al sexo y a ciertas sustancias, lo que me
atemorizó un poco; le confesé mi timidez, ahora atenuada, mi falta de
disciplina, mi propensión a la indolencia, mi personalidad fantasiosa. Me di
cuenta de que todo lo suyo me agradaba, incluso lo que podría llamarse sus
aspectos oscuros: ¿qué sería de los personajes novelescos sin ciertas conductas
erráticas? No sé por qué pensé en ese momento, desde ese momento, que quería
tener una relación con él, una relación cuya intensidad entreveía.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
La comida transcurrió con el mismo ánimo efervescente, casi
eufórico. En algún momento acarició mi mano, de manera un tanto distraída; no,
más bien como si esa caricia hubiera sido un accidente. No me atreví a hacer lo
mismo. Repitió después su gesto, ahora más decidido. Me dijo lo que estaba esperando
que me dijera: que deseaba verme después de que cumpliera con mi compromiso,
que deseaba que me quedara a pasar la noche con él. “Sí”, le dije, “claro que
sí”. Saberme aceptado hizo que desapareciera casi por completo mi timidez: “Me
gustas mucho”, le dije. Quedé de llamarle en cuanto terminara lo que tenía que
hacer.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Nos despedimos dándonos otro abrazo; nos besamos en la
mejilla.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
II<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
No debería haber tomado tanto café, pienso; no debería haber
tomado café, pienso mientras me dirijo al lugar en que tengo mi cita. Camino
lentamente. Mi respiración está un poco obstaculizada, no sé si por la reciente
comida, si por la altura, o por el nerviosismo: las buenas expectativas también
trastornan. Me dan palpitaciones. Detesto este malestar: me hace pensar siempre
en la posibilidad de una muerte súbita; me perturba, ante todo, padecerlo en la
calle, y en otra ciudad: si me pusiera mal, peor, no sabría cómo actuar.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Trato de hacer algunas respiraciones profundas. Volteo para
ver si no me observa desde lejos Esteban, pero no: ya ha desaparecido de mi
campo de visión. Me detengo. Me recargo sobre un muro; tengo buen tiempo:
faltan diez minutos para la hora de mi cita, y estoy a unos cuantos pasos.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Al cabo de unos minutos logro sentirme un poco mejor.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Entro al antiguo edificio donde me reúno con otros dos
escritores para ver quién será ganador del concurso de cuento cuyo jurado
integramos. Me cuesta trabajo poner atención a lo que dicen: no dejo de pensar
en Esteban, en la inminencia de nuestro encuentro, en las horas de placer que
me esperan, un placer que se anuncia frenético. Imagino su cuerpo desnudo a mi
alcance; trato de disimular una incómoda erección.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Por suerte la reunión no dura mucho tiempo: conseguimos
ponernos de acuerdo rápidamente. Seleccionamos también dos finalistas. Firmamos
el acta ante la autoridad correspondiente, y nos despedimos efusivos,
prometiéndonos llamarnos pronto, como si fuéramos grandes amigos. El malestar
de hace un rato se ha desvanecido.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Salgo a la calle. Empieza a hacer fresco. Sopla un viento
ligero, no desagradable. Puedo dedicarme otra vez a pensar de lleno en Esteban.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Sí, pienso en Esteban, pero ahora me preocupa lo de sus
adicciones.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Recuerdo lo que me cuenta un amigo muy cercano, cuyo nombre
me reservo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Mi amigo conoció a un cuate muy guapo, y al cuate también le
gustó mucho él. Dice mi amigo que entonces entendió lo que era el amor a
primera vista: una necesidad impostergable de estar con el otro. Fueron a coger
de inmediato al departamento de él. Mi amigo descubrió en esa cogida apasionada
el indescriptible placer de ser golpeado, mordido a la vez que recibía
gratificación sexual. Le pareció después un poco peligroso: pensó que con
facilidad podía acostumbrarse a esa violenta conducta, que después extrañaría
en circunstancias comunes; consideró incluso la imposibilidad de dejarla. Mi
amigo ignora si esa situación fue propiciada por la droga a la que el cuate era
afecto. No sabía mi amigo de qué droga se trataba, pero sí que era inyectada:
el cuate tenía las venas de los brazos destrozadas, y ahora se inyectaba en los
tobillos. El cuate había tenido mucho dinero, que ahora había perdido. Mi amigo
lo llevó esa vez en su coche a comprar droga; recorrieron toda la ciudad, hasta
el norte; ahí, en un barrio popular, desconocido para mi amigo, el cuate le
pidió que lo acompañara, y se bajaron del coche. El cuate tocó a la puerta de
una casa no muy pequeña pero modesta. Los recibió efusivamente otro cuate
también muy guapo y sonriente. La transacción fue rápida.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Mi amigo se quedó muy asustado y prefirió no volver a verlo.
De haber continuado esa relación, dijo mi amigo entre burlas y veras, habría
desembocado en el Ministerio Público.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Recuerdo lo que me cuenta una amiga muy cercana, cuyo nombre
me reservo. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
La historia de mi amiga es semejante a la anterior, sólo que
sin violencia física y sin casa propia: el hombre del que se enamoró la llevó a
un hotel. Mi amiga, que algo sospechaba, no quiso invitarlo a su casa, aunque
pensó que también era arriesgado ir a un hotel con alguien que veía por primera
vez. Pero pudo más la calentura.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Mi amiga se sorprendió por el tamaño que tenía el miembro
viril de su pretendiente. Me dijo que a ella sí le importaban esas cosas. Me
dijo que presintió que ese hombre y su enorme animal iban a darle muchos momentos
de éxtasis sexual. Y así fue, por lo menos esa noche, en que ambos
multiplicaron sus orgasmos. Algo no le gustó a mi amiga: el hombre se levantó
varias veces al baño; supuso mi amiga que para renovar su vigor por medio de la
droga. En una de las interrupciones, incluso salió del cuarto, donde mi amiga
lo esperó alrededor de una hora.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Mi amiga aceptó verlo al día siguiente. Tampoco la llevó a su
casa: el salvaje y bien dotado semental vivía con su madre.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Antes de ir al hotel, mi amiga, como mi amigo, acompañó a su
amante a comprar droga. Mi amiga se dio cuenta demasiado tarde. Al contrario de
los otros amantes, éstos se internaron en las montañas del sur de la ciudad.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
No hay mucho que contar de esa excursión nocturna, salvo que
mi amiga estuvo muy nerviosa todo el tiempo. Lo peor fue cuando una patrulla
los detuvo cuando ya iban de regreso. Mi amiga pensó que terminarían en la
cárcel, y estuvo a punto de ponerse histérica. Pero el rudo semental se bajó
del coche, intercambió unas palabras, y tal vez algo más, con el policía. Dice
mi amiga que el miedo es un buen acicate para el sexo: esa noche cogieron como
dioses, la cito.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Sin embargo, ya con la cabeza aligerada del deseo mi amiga
pensó que no tendría ninguna trascendencia la relación con el violento semental
y prefirió cortar por lo sano; prefirió quedarse únicamente con el recuerdo
perenne de dos noches enloquecidas.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
III<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Dije al principio que en cualquier historia de amor sale uno
perdiendo. Lo que no dije es que hay relaciones en que sale uno perdiendo más.
Pero en ambos casos la prudencia aconseja, como a mis amigos, abstenerse.
Pensé, después, que hay historias de amor irresolubles: uno sale perdiendo
tanto si las vive como si no las vive. Imaginé probables anécdotas de mi futura
relación con Esteban, el tormento de los celos, la angustia por sus aficiones
temerarias, por su paradero cuando no supiera de él, sus oscilaciones anímicas
si en algún momento decidía dejar la droga. Pero también preví mi
arrepentimiento si dejaba escapar la posibilidad de intimar con él:
difícilmente iba a conocer yo otro cuate que fuera tan talentoso, tan
simpático, tan inteligente, que me gustara tanto.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Me sentí muy confundido.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Me pareció que lo mejor sería darme unos minutos para tomar
una decisión, antes de hablarle por teléfono.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Y eso fue lo que hice. (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Narraciones
completas</i>)<o:p></o:p></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<br /></div>
<!--EndFragment-->luis zapatahttp://www.blogger.com/profile/02037643566997628335noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3684785444757048638.post-2210456950889546742013-10-11T18:02:00.000-07:002013-10-11T18:02:59.181-07:00El inicio de mi novela Ramales nocturnos
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<br />
<h1>
Prólogo</h1>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Ahora me llegó el turno</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
De ya no ser taciturno,</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
De ponerme mis coturnos,</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Para andar</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Por los ramales nocturnos</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Del contar,</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Por los ramales nocturnos</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
De estos rumbos de Saturno.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Aquí me pongo a contar. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Aquí me pongo a cantar. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Aquí me pongo a soñar. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Aquí me pongo, señor. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">Voy a contar lo
que pasa</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">en 1. <i>La
Casa del Alteño</i>.</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">Este número
será:</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">para las 2. <i>Anotaciones</i>;</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">y en éste iré
escribiendo</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">pormenores de
mi 3. <i>Diario</i>.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Las 4. <i>Narraciones completas</i>,</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
son historias que se pueden,</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
como bien se sobreentiende,</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
leer de un solo tirón.</div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">En los <i>Ramales
nocturnos</i>, </span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">hay tres tipos
de veredas:</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">5. <i>Las
veredas del deseo</i>,</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">6. <i>Las
veredas del sentido</i></span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">y 7. <i>Las
veredas del miedo</i>.</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">8. <i>Cuando yo
me conocí</i></span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<i><span lang="X-NONE">por gente</span></i><span lang="X-NONE"> es otro relato, </span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">Tal vez el
mejor de todos,</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">porque no me
pertenece. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Y 9. <i>Ningún tipo de riesgos</i></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
es el relato final, </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
como si yo les dijera</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
“Ya con ésta me despido.”</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
RUEGO</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
San Jeff Buckley, san Luis Gonzaga, san Jorge Luis Borges,
san Julio Cortázar y otros santos argentinos: acompáñenme en este viaje
nocturno: ustedes saben que, al fin y al cabo, todo viaje es de noche y sin
retorno.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size: 12.0pt; line-height: 200%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES; mso-no-proof: yes;"><br clear="all" style="mso-special-character: line-break; page-break-before: always;" />
</span>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<h1>
Primera parte: Concubio</h1>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
1.1 Así comenzará la novela:</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
El Licenciado lo ve y piensa “Qué muchacho tan bonito.
Lástima que se haya muerto. ¡Y en la flor de la vida!” El cuerpo inerte del
Muchacho yace sobre una mesa, cuántas eses, y ahora más, si esto no es poesía,
ni teatro clásico, pour qui sont ces serpents qui sifflent sur vos têtes?,
mejor digo simplemente que su cuerpo está sobre una mesa tendido, pero no
atendido, o sólo un poco atendido, rodeado, ¿puede decirse de, cuánto dedé, una
figura rectangular que está rodeada por algo?, por cuatro cirios, como la
canción de Javier Solís, que todavía se escucha mucho en los ranchos, cuánta
che, che, parece que no conocés otro fonema, se oye todavía muy a menudo en los
ranchos y poblados y ciudades más grandes de estos altos y bajos ámbitos, ¡viva
la canción ranchera!, ¡vivan los charritos y las charritas de estos
cuadrantitos!, así lo ve el Licenciado, tendido el Muchacho como si fuera una
sábana, derretido el muchacho sobre la mesa, improvisado ataúd, con cuatro
cirios y abundantes ramos de flores blancas, que es lo que se suele comprar en
estos casos, algunas olorosas, otras sólo vistosas, cuántas osas, desnudo el
Muchacho inmóvil, con las manos cruzadas sobre el pecho, como si... (<i>La Casa
del</i> <i>Alteño</i>)</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">2.1</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Sentado, puede corregir (y a veces ni eso), reestructurar (y
a veces ni eso), traducir, contestar su correo, trabajar en otras cosas, pero
escribir, lo que se dice escribir, sólo puede hacerlo en la cama, quizá porque
la posición horizontal es la menos distractora (¿que no existe esta palabra
según los diccionarios? ¡Pues que exista!). También para leer prefiere la cama,
aunque todos sabemos que la lectura no es más que una forma, acaso más
perfecta, de la escritura. (<i>Anotaciones</i>)</div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">1.2</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">¿Será? (<i>La
Casa del Alteño</i><span style="mso-bidi-font-style: italic;">, notas</span>)</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">1.3</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">No, el hermoso
Muchacho no yace tendido boca arriba, sino boca abajo, yace desnudo, con las
manos a los lados, como si estuvieran haciéndole la autopsia en una morgue,
pero ¿de qué?, ni modo que una autopsia de las nalgas, ni modo que una autopsia
de las piernas, quizá de los riñones, si es que a éstos se tiene acceso por la
espalda, y no en una morgue, desde luego, porque ¿cuándo se ha visto que en las
morgues haya flores y cirios y demás objetos que rodean a los muertos?, ¿un
muerto es una persona?, ¿sigue rigiéndolo la preposición “a” como cuando estaba
vivo?, ¿o de plano no ya no se usa la preposición?, ni modo que diga uno “vi al
cadáver”, o “exhumaron a los restos de Fulanito de tal“, aunque su nombre se
siga escribiendo con mayúscula, no, un muerto ya no tiene identidad, ya es uno
más del montón, aunque siga teniendo nombre, por poco ni acusativo le toca,
pero entonces ¿qué le tocaría?, ni modo que nominativo, “yo muerto”, más bien
un buen dativo, o hasta un buen genitivo, bueno, pero ahí está el famoso
“flores para los muertos” del querido Tennessee, o sea que algo de acción sigue
recayendo en el medio anónimo muerto, siguen cayendo las cosas en él, aunque
sólo sean las coronas que van sobre el muerto. (<i>La Casa del Alteño</i>)</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">2.2 Anoto y
acoto. (<i>Anotaciones</i>)</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
1.4</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Qué bonito muchacho, dormido, o quizá muerto, pero no les
hago el feo a los muertos: pobres, ¿ellos qué culpa tienen? (<i>La Casa del
Alteño</i>)</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
2.3</div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">No sé qué
canciones de Jeff Buckley me gustan más: las que grabó en estudio o las que
fueron recogidas en sus presentaciones en vivo y en programas de televisión.
Las primeras tienen la perfección de las obras maestras; las segundas, el
encanto de la espontaneidad y las grandes virtudes y los pequeños defectos de
la inspiración momentánea. (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Anotaciones</i>)</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
2.4</div>
<div class="MsoBodyText" style="tab-stops: 27.0pt;">
<span lang="X-NONE">Las cosas no
muy importantes son caras: los viajes, las propiedades, etcétera. Las cosas
importantes no son muy caras: los libros, las películas, etcétera. Las cosas
muy importantes no son nada caras: el amor, la sal, la escritura, las especias,
etcétera. (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Anotaciones</i>)</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
2.5</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
La vida: una vulgaridad tras otra. (<i>Anotaciones</i>)</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
2.6</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Veo de nuevo <i>Le diable, probablement</i>. Sí, me gusta la
forma de narrar de Bresson; también me gustan los personajes, la historia, la
advertencia <i>écolo</i>, quizás adelantada a su época. Pero no dejo de
preguntarme qué habría pasado si Bresson hubiera recurrido a actores
profesionales. Claro: habría echado por tierra la parte central de sus teorías
sobre el cinematógrafo, sólidamente sustentadas en <i>Notes sur le
cinématographe</i>, pero sospecho que las actuaciones habrían ganado en
verosimilitud, que era, si no me equivoco, lo que buscaba Bresson. (<i>Anotaciones</i>)</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
1.5</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
¡Qué nalgas, señoras y señores! ¡Qué culo, señoras y señores!
Duritas aquéllas, apretadito éste. Lampiñas aquéllas, peludito éste, como todo
culo que se respete y que no esté depilado, claro. Morenitas aquéllas, casi
negrito éste. Lisitos y tersitos ambos, juveniles ambitos, frescos y recién
bañaditos. Muertos y recién muertitos. (<i>La Casa del Alteño</i>)</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
2.7</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Siempre he confundido a Yeats con Keats: lo que es la
ignorancia... pero también la poesía, en su más elemental forma: la rima. Una
sospecha, ajena a sus nombres, también parecería unirlos. (<i>Anotaciones</i>.)</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
2.8</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Sólo hay dos tipos de pensamientos: los innecesarios y los
necesarios. Pero los primeros<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>se
subdividen en pensamientos realmente innecesarios, que caen en la categoría de
falsos problemas (me pregunto si mi próximo libro va a ser leído, si va a
venderse, lo que casi equivale a preguntarme si mi libro anterior se leyó y se
vendió, no por la respuesta que pueda yo darme, sino por la irrelevancia de la
respuesta), y pensamientos sólo en apariencia innecesarios (pienso en la trama
de un libro que no escribiré, pero al pensar en eso, no sólo ejercitaré un poco
la imaginación, sino que es posible que algún día escriba sobre ese libro que
no escribí). Los pensamientos necesarios, en cambio, no admiten una
subdivisión. (<i>Anotaciones</i>)</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
2.9</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
El arquetipo de la pareja añosa y sin descendencia que
finalmente consigue tener un hijo no sólo aparece en la Biblia y en alguna
ocasional noticia de los periódicos o de la televisión: también los padres de
Aladino conocieron primero la angustia y luego la alegría que han de vivir los
que encarnan ese arquetipo, sólo que la historia de <i>Las mil y una noches</i>
es pródiga en detalles que no podrían aparecer en un libro sagrado; ni siquiera
con tanta exactitud en las noticias. Para lograr que “se espese” el semen, hay
que tomar una preparación con estos ingredientes: cáñamo rumí (que no ha de ser
otra cosa que la popular mota), copaiba de China, cariofilina, clavo, jengibre,
pimienta blanca, tomillo de la montaña, aceite de olor, azafrán del Líbano,
coriandro y miel de abeja. El niño les salió tan bonito que tuvieron que
encerrarlo en un sótano durante su niñez y parte de su adolescencia para que no
le echaran mal de ojo. Y después se enamoraban de él tanto los hombres como las
mujeres. (<i>Anotaciones</i>)</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
2.10 </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Me gusta la palabra francesa para “fantasma”: <i>revenant</i>:
es esperanzadora, pues hace pensar que existe la vida en el más allá y que un
fantasma es alguien que vuelve, aunque sea por un momento: un (llamémosle así)
regresante.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Pero también me gusta el término brasileño <i>retirante</i>,
que significa lo contrario: el que se va, en este caso del sertón, para no
volver, desesperado por la sequía. Es cierto que <i>revenant</i> y <i>retirante</i>
parecen antónimos, pero sólo en cuanto a que implican un desplazamiento: los
motivos, los contornos y los movimientos de los <i>revenants</i> y de los <i>retirantes</i>
son distintos, aunque es posible que un <i>retirante</i> huya para no
convertirse después, al menos de manera inmediata, en un <i>revenant</i>. Aquél
huye por su vida, éste huye por un momento de la muerte. (<i>Anotaciones</i>)</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
1.6</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Soy el muchacho bonito, dormido, o quizá muerto, estoy
acostado en una mesa grande rodeada de flores, y digo “estoy acostado” para no
usar el feo “yazgo”, que tal vez ni siquiera existe, tal vez yacer es un verbo
defectivo, como muchos otros verbos que tienen tantos defectos, algunos ni
siquiera saben decir bien las cosas que deberían nombrar, o las acciones, pues,
y tampoco puedo decir yace porque no me gusta la impersonal tercera persona,
¿para qué hacernos pendejos si todo lo que pasa le pasa a uno?, no me acomoda
la impersonal tercera persona, y de los narradores, me caga la madre el
prepotente omnisciente, si no, pregúntenmelo a mí, que estoy sobreviviendo sin
él, que estoy sobrevolando sin él este espacio en el que estoy tendido en una
mesa, aquí, en presente, yaciendo boca abajo, bocabajeado por la vida, por la
necesidad, tendido en una mesa, yaciendo y haciendo como que estoy dormido,
como que estoy morido, esperando a mi marido, que no sabe que me morí, o que me
dormí, boca abajo, desnudo, ¡qué bueno que no hace frío!, con mi culito
sabrosito al aire, al menos es lo que dicen todos, “¡qué culito tan sabrosito
tienes!”, “¡qué prodigio calipigio de nalgas!”, “¡lástima que sea yo una vieja
pasiflora!”, “¡cómo me gustaría darte padentro, papito, si tan sólo pudiera, si
tan sólo no prefiriera tener una mazacuata testereándome la testosterona de la
tan testereada próstata!”, ¿a monsieur Teste le gustaba que se la testerearan?,
¡pobre, me lo imagino tan serio!, así, con su cara como de estreñido, nunca
habrá puesto como yo su culito al aire, su culito suculentito para que le
dieran una buena culeadita, cuatro cirios como la canción, siempre lo pide, no,
no “siempre la pide”, no estoy hablando de la canción, cuatro cirios, uno a
cada extremo de la gran mesa que hace a veces las veces de ataúd sin tapa, de
sarcófago sin construcción, flores corrientes, nubes creo que se llaman, las
más baratas, una que otra gladiola, de las que usaba Fabiola, uno que otro
nardo, por la calle de Alcalá, estas españolas siempre tan floristeras, huelen
como a muerto, ya se sabe, no las españolas, claro, sino la flores mencionadas,
y alguna estampita religiosa, ¿los cirios encendidos, ya lo dije?, ¿los nardos
perfumados, ya lo dije?, con flores de plástico estaría bien, aunque se
perdería algo, ay, bueno, pero ¿qué...? (<i>La Casa del Alteño</i>)</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
2.11</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
¿Es síntoma de vejez que, entre las modalidades del samba, me
guste el pagode y me desagrade un poco el samba-enredo? Pero de esta última
nunca llegué a disfrutar: ¿siempre fui viejo? (<i>Anotaciones</i>)</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
3.1</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Il se sent bien dans la compagnie de ses amis. Mais au fond
de son coeur, au fond de son esprit, la vie sociale lui semble une perte de
temps. (<i>Diario</i>)</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
2.12</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Interrumpo la lectura de <i>Moby Dick</i>, así nomás porque
sí, como siempre, o como casi siempre. Hago varias escalas: en Buenos Aires, en
el sertón, en Atenas, en la eternidad. Luego, como si nada, vuelvo al Pequod. (<i>Anotaciones</i>)</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
3.2</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
¿Y esa chocantada de escribir en francés, lengua que ni
siquiera domina? ¿Y esa chocantada de escribir sobre sí mismo en tercera
persona, persona que ni siquiera domina?</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Bueno, se había prometido ser sincero, transparente, literal:
todo como salga, o como haya estado. (<i>Diario</i>)</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
2.13</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Veo, ya iniciada, la interminable secuencia del desfile de <i>El
espectáculo más grande del mundo</i>. Me parece imposible que algún circo haya
tenido jamás un desfile semejante, por más greatest show on earth que fuera.
Pero aprendo algo que creo que ignoran los autores de novelas policiacas: el
mejor lugar para esconderse es un circo; el mejor disfraz, el de payaso: el
viejo truco de poner a la vista de todos lo que se quiere ocultar. (<i>Anotaciones</i>)</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
3.3</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Algo tiene de picaresca mi vida; sólo le falta el aspecto
humorístico. (<i>Diario</i>)</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
1.7</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
No. No soy el muchacho muerto: ¿cómo podría un muerto hablar
así, escribir así? ¿Cómo podría un muchacho de por aquí, de por allá, de por
acullá hablar así, escribir así? Si algo soy, soy el muchacho alegre, como
aquella película, el muchacho happy and gay, como decía mi tío Beto en las
fiestas familiares cuando estaba muy contento y para presumir su inglés, o si
no, ¿quién soy?, ¿quién puede ser el que habla? (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">La Casa del Alteño</i>)</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
2.14</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Dejó de ser aficionado al cine de terror cuando éste se
degeneró; lo mismo puede decir de las películas de acción: géneros degenerados.
La culpa es, como muchas otras, de Hollywood. Antes, era la historia lo que
tenía en suspenso al espectador, que se identificaba con los protagonistas y
sufría con ellos. Ahora, todo se reduce a un efectismo tramposo, eficaz si se
quiere (¿quién no se asusta con la aparición súbita de un cuerpo putrefacto, de
un rostro horrible, de un asesino implacable?), pero vulgar. El cine de antes
era como una incierta travesía en barco; el de ahora, como un paseo en la
montaña rusa. Por suerte, la literatura sigue siendo otra cosa. (<i>Anotaciones</i>)</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
luis zapatahttp://www.blogger.com/profile/02037643566997628335noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3684785444757048638.post-52697610744758672032013-09-07T05:54:00.001-07:002013-09-07T05:57:31.555-07:00Radionovela - MELODRAMA. Capítulo 1, ver el resto en Youtube.<br />
<br />
<iframe allowfullscreen="" frameborder="0" height="344" src="//www.youtube.com/embed/uRwjZ6aoo-g" width="459"></iframe>luis zapatahttp://www.blogger.com/profile/02037643566997628335noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3684785444757048638.post-5428199039807174162013-08-29T02:43:00.000-07:002013-08-29T02:43:06.207-07:00Cada estación
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<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<br /></div>
<h2>
Deuda</h2>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Llaman los
científicos “deuda de sueño” a las horas que deja uno de dormir y que van
acumulándose hasta tener un efecto pernicioso en la salud. Como sucede con
cualquier deuda, al principio no le da uno importancia, y quizá ni siquiera es
consciente de ella. Pero llega el momento en que se vuelve insoslayable y no
deja de pesar en el ánimo del deudor: “¿Y ahora qué hago?” Los deudores de
sueño empiezan a tener problemas con la memoria y la visión, y mientras más
deben, más complicaciones van experimentando.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Orlando Barreto
no tiene, por supuesto, deudas de sueño, pero parecería que sí; parecería que
siempre está pagando abonos y que nunca acaba de saldarlas, aunque en algún
momento de esta depresión, sobre todo cuando apenas comenzaba, se preguntó si
el exceso de sueño que sentía no se debería al tiempo que dejó de dormir
durante el anterior periodo de entusiasmo casi eufórico que vivió, cuando le
bastaba con cuatro o cinco horas de descanso nocturno para levantarse lleno de
energía y con ánimos de hacer cosas.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
42</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Orlando Barreto
escribirá después, no, escribe ahora, no, escribió hace unas semanas, hace unos
cuantos meses, pero en todo caso en este año, cuando han transcurrido treinta y
nueve años, ¡toda una vida!, al menos una vida corta, pero no demasiado corta,
de su primera crisis depresiva; cuando ya se sentía un poco mejor de su última
depresión; cuando ya había decidido escribir una novela sobre sus enfermedades
y achaques y ya había empezado y de hecho ya había avanzado en la susodicha
escritura de la susodicha novela; Orlando Barreto, que soy y no soy yo al mismo
tiempo, que es y no es yo al mismo tiempo, que siento que soy y no soy yo, que
he sentido muchas veces que soy y no soy yo al mismo tiempo, escribí, escribió
en tercera persona del singular lo siguiente:</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
El tiempo que
vivió en esa casa, ahora lo ve así, le pareció, le parece, un tiempo repetitivo
e insidioso, marcado, atravesado por la depresión, y entonces quizás en efecto
la casa estaba embrujada, en la medida en que petrificaba el tiempo, quizá la
única manera de escapar de eso era la escritura, única actividad en la que
podía comprobar una progresión, no en un sentido cualitativo, sino en la mera
acumulación de palabras, que luego formaban párrafos, que luego formaban
páginas, que luego formaban un cuento, una novela, los no muy largos textos que
él llamaba novelas, pues, la escritura como una confirmación de la Historia,
pero la lectura era también eso, y quizá de ahí proviene su costumbre, perdida
después durante algunos años, de anotar todos los libros que lee, los listados
como una forma elemental de escritura, id est de registro, id est de Historia</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<br /></div>
<h2>
Hipocondría</h2>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Orlando Barreto
no tiene ninguna duda (¿lo sabe desde siempre?): es plenamente hipocondríaco,
aunque se ve obligado a precisar algo que debería ser de todos conocido: un
hipocondríaco no es el que se inventa enfermedades, sino el que, como
especifica algún diccionario, se preocupa excesivamente por sus enfermedades, <i>sean
reales o imaginarias</i>, o sea que cabe tanto la primera posibilidad como la
segunda, por si no quedó claro, aunque, como todo buen hipocondríaco, Orlando
Barreto se inclina a pensar que sus enfermedades son más reales que
imaginarias. Estas últimas sólo se manifiestan en forma de temores, que Barreto
casi nunca se toma la molestia de confirmar por medio de análisis. ¿Significa
esto que desconfía de los análisis, exámenes, chequeos, como suele decirse, y
demás métodos para averiguar el estado de la salud? Sí: no son pocos los casos
en que un mínimo error se traduce en resultados catastróficos, pero también
sucede lo contrario, y un resultado negativo hace albergar esperanzas ahí donde
no debería haber una sola.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Orlando Barreto
desconfía, pues, de los análisis. Pero más desconfía de sí mismo: sabe con
certeza que si un resultado le anunciara equivocadamente la presencia de alguna
enfermedad grave, él sería capaz de provocársela: el miedo y la sugestión
pueden crear las peores concreciones.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
A continuación,
va la lista de enfermedades reales o imaginarias que Orlando Barreto ha
padecido o temido padecer desde que entró a la vida adulta:</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Tuberculosis</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Leucemia</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Locura no
específica</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Depresión</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Cáncer de seno
(aunque sabe que son pocos los casos de hombres que lo padecen, él podría
contarse entre ésos)</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Cáncer de piel</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Enfisema</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Cáncer de pulmón</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Bronconeumonía</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Gonorrea</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Sífilis</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Hemorroides</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Cinturón de la
Reina</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Cáncer de colon</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Depresión</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Bronquitis
crónica</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Presión alta</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Presión baja</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Fisuras en el
ano</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Sida</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Herpes</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Epilepsia</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Hepatitis</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Fatiga crónica</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Colitis</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Dengue</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Paludismo</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Enteritis crónica</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Trastorno
bipolar</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Trastorno
obsesivo compulsivo</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Gastritis</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Úlceras</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Hipoglucemia</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Diabetes</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Tumor en el
cerebro</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Alzheimer</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Asma</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Cardiopatías
difusas</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Divertículos</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Disentería</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Salmonelosis</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Reumatismo</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Influenza</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Rotavirus</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Pulmonía</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Neumonía</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Depresión</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Dermatitis</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Todo tipo de
bacterias</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Todo tipo de
virus</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Gripes por
centenas</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Diarreas por
centenas</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Depresión</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Depresión</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Depresión</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Depresión</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Depresión</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
43</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
¿Pero eso fue
después?, quizás al principio, durante esos días de desconcierto y temor, no
pensaba yo en escribir, qué ánimos, qué cabeza iba a tener yo para estar
escribiendo, era tal vez lo que menos se me ocurría hacer, sólo pensaba que me
podía morir, sólo pensaba que me podía enfermar de algo grave, o que estaba ya
enfermo de algo grave, sólo pensaba que estaba enloqueciendo, o que ya había
enloquecido, sólo pensaba en lo que pensaba, y no pensaba yo en escribir, y
entonces sí negaba la Historia, y entonces sí el tiempo estaba petrificado, o
casi, qué iba a estar pensando yo en escribir, sólo pensaba en cómo podía escapar
de lo que estaba sintiendo, así fuera nada más por unos momentos, y a lo mejor
me iba al cine, porque ese gusto nunca lo perdí, aunque a veces me sintiera mal
en el cine, aunque a veces tuviera miedo de sentirme mal en el cine, aunque a
veces tuviera miedo de sentirme mal cuando saliera del cine, o me ponía a leer,
creo que tampoco perdí el disfrute de la lectura, creo que la lectura me
permitía olvidar, o si no olvidar, al menos distraerme un poco de lo que estaba
sintiendo, y, bueno, sí escribía, quizá sí escribía un poco, casi nada, sólo
mis anotacioncitas en mis agenditas, o mis anotacionzotas en mis agendotas,
donde escribía en clave mis malestares, para que no se fueran a materializar, o
para mantenerlos a salvo de miradas indiscretas, tal vez esa escritura, esa
escriturita, permitía que el tiempo no se detuviera del todo, quizá si el
tiempo se detenía me iba a morir, la muerte es la ausencia de tiempo, o la
eternidad para los creyentes, pero también la eternidad es la ausencia de
tiempo, y si escribía mis anotacioncitas y mis anotacionzotas en mis agenditas
y en mis agendotas tal vez me iba a salvar, o al menos iba a posponer el
momento de mi muerte, o el de la locura, a las que sólo me refería mediante una
M o una L porque tenía miedo de que si escribía la palabra completa esas dos
ideas se volvieran realidades</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
<br /></div>
<h2>
Inconvenientes</h2>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Siempre hay
muchas, tal vez demasiadas cosas que molestan a Orlando Barreto. Pero a éstas
se suman las propias de cada estación, por lo que nunca parece tener Orlando un
momento de verdadera paz, de verdadera relajación: en la primavera, el calor es
excesivo, suda todo el tiempo, incluso cuando está en la cama, y el ventilador
no basta: siempre despierta con las partes del cuello y del rostro a las que no
llega el aire bañadas en sudor, independientemente de la posición que adopte
para dormir (y si Orlando Barreto usara aire acondicionado –lujo que, por lo
demás, no podría permitirse–, lo enfermarían los cambios bruscos de
temperatura, al llegar de la calle, por ejemplo). Además, el agua escasea y hay
días en que no sube al tinaco, por lo que ni siquiera tiene el alivio del baño.
Es posible, también, que el excesivo calor haga menguar su ya empobrecida
energía. Orlando Barreto se la pasa deseando que termine la primavera y que empiecen
las lluvias. Pero el verano trae sus propias complicaciones: es la estación en
que proliferan las enfermedades, y la lluvia obstaculiza, o de plano impide,
aun las salidas a lugares muy cercanos. Se da un fenómeno inverso: si antes el
agua escaseaba, en el verano sobra, y no se trata aquí de una figura retórica:
el agua se acumula en la azotea, por lo que Orlando debe barrerla con
frecuencia no sólo para evitar filtraciones que pudieran traducirse en goteras,
sino también para quitarse la preocupación de que pongan ahí sus huevos los
moscos del dengue. Es una actividad que le disgusta sobremanera: le quita
fuerzas y lo pone de mal humor; termina con los brazos adoloridos. Orlando
Barreto se la pasa deseando que termine el verano. Y su deseo se cumple, claro,
como todo deseo relacionado con las estaciones: ¿cuándo se ha visto que no
llegue un verano o un invierno? Al menos en ese terreno aún le queda a Orlando
Barreto algo de suerte, aunque raras veces se detiene a considerarlo.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
El otoño es
quizá su estación preferida desde hace varios años, pero difícilmente puede
hablar de estaciones preferidas cuando está deprimido, ya que la preferencia
parece implicar cierto disfrute: a lo sumo, consigue pensar en estaciones que
le resulten menos desagradables, y el otoño es una de ellas, sobre todo por su
clima. ¿Significa esto que en el otoño deja de sufrir Orlando Barreto? No: los
sufrimientos y achaques de Orlando Barreto nunca terminan: sólo desaparecen las
quejas por el clima o por los inconvenientes propios de cada estación, y a
veces hasta agradece ese airecillo fresco que lo remonta por un instante a
épocas y lugares felices. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify;">
Aunque el
invierno es generalmente benévolo, Orlando Barreto siempre teme por su salud
durante esta temporada: nadie ignora que es entonces cuando se propagan las
epidemias de gripe y otros padecimientos relacionados con las vías
respiratorias; surgen incluso enfermedades extrañas, desconocidas, cada vez más
peligrosas. Orlando Barreto recuerda a las personas (no siempre conocidos suyos)
que han muerto de pulmonía, de neumonía, de alguna complicación inesperada pero
atribuible al frío. Hasta es posible que haya más infartos en esa época del
año, como bien observó uno de sus amigos. El invierno es la muerte, o por lo
menos la suspensión de la vida. Orlando Barreto no olvida que fue en esa
temporada cuando apareció su primera depresión; no, no sólo la primera. Y
durante muchos años vivió las cercanías de las fiestas decembrinas con el temor
de caer otra vez en un estado depresivo. Orlando Barreto se la pasa deseando
que termine el invierno. No hay manera de darle gusto: quizá se la pasa
deseando que termine la vida.</div>
luis zapatahttp://www.blogger.com/profile/02037643566997628335noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3684785444757048638.post-40750439352449405642013-08-11T05:44:00.003-07:002013-08-29T02:36:45.513-07:00Mientras te bañas<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
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<h2>
Inercia</h2>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Orlando Barreto sabe que está comiendo demasiado y que eso
probablemente agrava su colitis; sabe que está fumando demasiado y que eso
aumenta la dificultad para respirar, la opresión en el pecho; sabe que pasa
demasiadas horas en la cama, y supone que la falta de ejercicio contribuye a su
agotamiento... sabe..., pero no puede hacer nada, como si careciera de
voluntad, o, mejor, como si le sobraran razones válidas para dejarse doblegar
por la inercia. Piensa, por ejemplo, que si comiera menos, se debilitaría, y
eso no puede permitírselo, no en este momento, pues su energía se encuentra ya
menguada por la depresión, y, además, con las frecuentes diarreas que le
provoca la colitis, sin duda ha de perder minerales, vitaminas, lo que se
quiera, y debe reponerlos mediante una ingesta mayor de alimentos. ¿Y cómo se
justifica Barreto para no poner límites a la cantidad de cigarros que fuma?
Bueno, de todos es sabido que la nicotina, como el cacao, como otras
sustancias, tiene un efecto estimulante en los neurotransmisores del cerebro, y
suspender, o bajar drásticamente su consumo puede desencadenar procesos
depresivos o acentuarlos, si ya se está viviendo una crisis, así que ¿para qué
buscarle? Seguirá fumando todo lo que quiera hasta que mejore de su depresión.
¿Y qué puede decir de las muchas horas pasadas en la cama? Que las necesita,
que su cuerpo se las pide, que de otra manera se sentiría peor: no sólo
desanimado, temeroso, exhausto, sino también somnoliento en exceso. Que todo
siga, pues, como está.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
53</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Sí, la casa es la misma pero ha pasado mucho tiempo, o creo
que es la misma, o creo que ha pasado mucho tiempo, pero ahora somos más los
que vivimos ahí, o creo que somos más, algunos parientes se han cambiado a esta
casa embrujada en la que no corre el tiempo, me quiero bañar, quiero lavar mi
ropa, me quiero lavar, quiero bañar mi ropa, me siento sucio, sobre todo del
pelo, y todos mis pantalones, o los pocos que tengo están sucios, o creo que
están sucios, o creo que me siento sucio, sobre todo del pelo, que está muy
grasoso, lavar y lavarme, dos tareas que he estado posponiendo y que en este
momento, en este ahorita, en este ahoritita de entonces o de ahora se vuelven
urgentes, o quizá me quiero bañar y lavar mi ropa porque pienso, porque siento,
porque espero que el agua se lleve no sólo la mugre sino también ¿qué?, el agua
es como el tiempo, no, mejor que el tiempo, si el tiempo no corre el agua sí,
el agua siempre corre, o no, el agua también se estanca, como el tiempo, ¿hay
algo que corra y que no se detenga?, sólo el verbo correr, pero ahorita, en
este ahoritita, tengo la esperanza, pero sólo quizá tengo la esperanza, o el
deseo, o la certeza de que el agua se llevará, no sólo la mugre, sino también
¿qué?, ¿la enfermedad?, ¿el malestar?, ¿por eso bañan a los enfermos en los
hospitales?, ¿o qué se llevará?, ¿la inmovilidad?, ¿la rigidez?, quizá por eso
es bueno llorar, el llanto es como el agua, recuerdas la frase, recordarás la
frase, que escribirás después, que escribiste antes, recordaste la frase, que
aún no has escrito, la gente que llora no enloquece, pero no recuerdas si la
frase iba entre signos de interrogación, aunque quizá sí recuerdas, aunque
quizá no recuerdas, aunque quizá no importa en este momento, en esta casa
embrujada en la que no corre el tiempo y que parece más grande de lo que es,
qué chistoso, y que tiene, al menos por el momento, más habitantes de los que
tiene, no recordabas que fuera tan grande, no recordabas que hubiera tantos
cuartos, no recordabas que hubiera tantos baños, aunque es igual, es la misma
casa, con los mismos cuartos y los mismos baños y los mismos habitantes, o
quizá no, te quieres bañar, tienes la necesidad imperiosa de bañarte,
¿imperiosa?, ¿que sea menos?, tus amigos Mario y Daniel te están esperando, qué
chistoso, vas a salir con ellos, les pides que te esperen, que nomás te bañas,
dices, y tratas de entrar a uno de los baños de uno de los cuartos pero está
ocupado, y tratas de entrar a otro de los baños de otro de los cuartos pero
está ocupado, y otro igual, todos escogen la misma hora para bañarse, piensas,
o piensas ahora, o pensaste entonces, en ese instantantes, todos escogen el
mismo momento para meterse al baño, a bañarse o a lo que sea, entras al último
de los baños del último de los cuartos, y nadie está ocupando la regadera cuya
agua cae en la blanca tina, qué chistoso, no te acordabas de que ese cuarto
tenía una tina de baño, tina tenía pero no tenia, o quizá no te acordabas
porque casi no entras a ese cuarto, abres la llave de la regadera pero cae muy
poca agua, y fría, ni modo, que te alcance al menos para lavarte el pelo y el
pito, que son las cosas en las que más se nota la falta de baño, una por la
vista y otra por el olfato o el tacto, aunque viene a ser lo mismo, ¿para qué
haces esa precisión?, nomás, no mames, cae un chorrito demasiado tímido, pero
más o menos logras, estás logrando enjuagarte, para luego poder enjabonarte, y
ves que ahí en el baño está un plomero haciendo unas reparaciones, regordete,
simpático, amable, te pregunta si quieres que se salga mientras te bañas, y tú
le contestas que no, que no, que no se salga, que no es necesario, que se quede
ahí, porque realmente quieres que se quede y quieres que te vea mientras te
bañas en ese baño de esa casa en la que no corre el tiempo, mientras te bañas
en ese sueño de ese baño de uno de los cuartos de esa casa en la que no corre
el tiempo y el agua tampoco corre muy bien, o quizás sólo escasea porque todos
están ocupando agua en ese momento, o quizás sólo escasea porque el plomero que
te está viendo desnudo pudo haber cerrado alguna llave de paso, o quizás quién
sabe, nadie sabe nunca por qué pasan las cosas como pasan, y tú sólo piensas
que qué chistoso que esa casa en la que el tiempo no pasa siga teniendo ese
peso en tu vida, el peso que no pasa, el peso de esa casa que no pasa, la casa
con ese peso que aún pesa</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
(fragmento de la novela "Como sombras y sueños", que próximamente será publicada) </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
luis zapatahttp://www.blogger.com/profile/02037643566997628335noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3684785444757048638.post-21372757271289254742013-08-05T00:15:00.002-07:002013-08-05T03:27:13.609-07:00"Afectuosamente, su comadre"<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://3.bp.blogspot.com/-Ywh9kjuVflg/Uf971FYfTuI/AAAAAAAAAM0/27obKDP4MPU/s1600/foto+01.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="216" src="http://3.bp.blogspot.com/-Ywh9kjuVflg/Uf971FYfTuI/AAAAAAAAAM0/27obKDP4MPU/s320/foto+01.jpg" width="320" /></a></div>
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-J-CzwpgC4SI/Uf97_chVSPI/AAAAAAAAAM8/tDqvhF0yIjA/s1600/foto+07-1.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="216" src="http://2.bp.blogspot.com/-J-CzwpgC4SI/Uf97_chVSPI/AAAAAAAAAM8/tDqvhF0yIjA/s320/foto+07-1.jpg" width="320" /></a></div>
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://4.bp.blogspot.com/-c4F-P9qNjAA/Uf97s1BeXzI/AAAAAAAAAMw/gvEhpNuqKPA/s1600/foto+08.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="242" src="http://4.bp.blogspot.com/-c4F-P9qNjAA/Uf97s1BeXzI/AAAAAAAAAMw/gvEhpNuqKPA/s320/foto+08.jpg" width="320" /></a></div>
Estas fotos pertenecen a la película"Afectuosamente, su comadre", Luis Zapata, 2007<br />
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<a href="http://2.bp.blogspot.com/-7b52J4Vqb3g/Uf9Q0lU7rRI/AAAAAAAAAMU/h_mDYjmvzqo/s1600/foto+08.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="242" src="http://2.bp.blogspot.com/-7b52J4Vqb3g/Uf9Q0lU7rRI/AAAAAAAAAMU/h_mDYjmvzqo/s320/foto+08.jpg" width="320" /></a></div>
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luis zapatahttp://www.blogger.com/profile/02037643566997628335noreply@blogger.com0